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Del Malecón al Tevere

Agustín Dimas López Guevara

                        I

Más que pasear, caminaba por el malecón, para que el sol, y el aire caliente y salitroso del mar le secaran  el cabello, apretado en el torniquete bajo el pañuelo. Todos los sábados cumplía con el pase de peine caliente y el lavado de su cabello. Iniciaba un ritual delante del espejo, con la toalla al cuello dándose cepillo en  su rebelde cabellera de mulata; prensándolo enrollado en un tubo de cartón,   para cubrirlo con un pañuelo anudado sobre la nuca. Todo esto sin dejar de escuchar la música de radio Cordón de La Habana, para luego salir al sol del atardecer.  Pero esta vez,  a causa de un trabajo voluntario en la escuela tuvo que hacerlo hoy domingo. Lejos estaba de imaginar que aquella tarde de junio - oyendo los piropos de los titis maníacos, que asediaban a las jóvenes que recorrían el malecón en minifaldas-, se iba a encontrar con el  extranjero, que tan amablemente le acompañó, elogiando lo bello del paisaje marino. Siempre acostumbraba a dar su vuelta por esta parte saliendo por  Línea, frente al obelisco de  mármol verduzco de los chinos, pasando por el monumento gris del Maine; detrás del Nacional: justo donde  él se le acercó, exaltando las bellezas del tramonto, y queriendo decir algo del caldo sofocante del verano. Su lenguaje se debatía en el  uso  del italiano, su lengua natal, utilizando palabras y verbos en español mal conjugados, provocándole la risa  y el deseo de corregirle la pronunciación, cuando sin darse cuenta ya doblaban hacia 23.  Ella, para subir hacia L y luego bajar hasta Línea, donde vivía. Él, al parecer  sin rumbo definido, cuando la invitó:

-  Io ti posso  ofrere un gelato.

-¿Tú eres italiano? ¿Verdad? - Le dijo para confirmar lo que ya sabía.

-Sí, sono Italiano. Scusame.

Luego de descifrar lo que había dicho, supo que la invitaba a un helado y con una sonrisa en los labios le aceptó su invitación y siguieron  conversando Rampa arriba rumbo a Coppelia. A ella, el magisterio le había desarrollado la facultad de conversar y poder seguir cavilando en otros pensamientos; como  ahora  que le asaltaban de momento: era extraño encontrar un Italiano en La Habana en este tiempo, lo más común era encontrase con grupos de rusos, búlgaros, alemanes de La RDA y algún que otro marinero sin ciudadanía definida, deambulando por los bares del puerto, con alientos de alcoholes difíciles, unas jergas intraducibles y los olores irrespirables de las axilas. Los búlgaros y rusos, que vivían y trabajaban  acá por largos periodos, como técnicos o funcionarios; se dedicaban  entre otras cosas: a la venta de ropas, los perfumes Kremena y Moscú Rojo, espejuelos de sol, víveres de primera necesidad y otras bisuterías; todo en bolsa negra. Compraban objetos de oro a precios risibles, se alojaban en los mejores hoteles, o en las residencias de Miramar, y el recién construido reparto Flores. Jamás daban botellas  cuando recorrían la quinta avenida en sus carros. De modo que fueron los búlgaros,  rusos y técnicos extranjeros  los primeros en introducir el mercado negro, en estas ramas del comercio. Porque ya desde la época del acaparamiento, del racionamiento y las libretas, había comenzado el trapicheo y la bolsa negra en el país. Era común encontrarse con rusas que habían llegado casadas con cubanos, graduados en las escuelas soviéticas, alarmando la dormida conciencia racial, cuando se veían en las calles abrazadas de un esposo negro. A pesar de que ya Pello había hecho pública su simpatía por las rubias, y provocaba la curiosidad cuando desembocaba  en cualquier calle con su convertible  y sus rubias del Mozambique: aún así,  no dejaba de causar cierto rechazo ver a una blanca con un negro. Más de una vez lo vio descender del convertible sobre una alfombra roja, para entrar al  Monsegniur, acompañado de su María Caracoles, con su bastón de Ifá, y su voz de barítono destemplada; saludando a la gente curiosa de la calle.   Se palpó con disimulo sobre el pañuelo, y súbitamente  evocó la secadora  de pelos, que le compró a una rusa, con un transformador que pesaba más que su maleta y de prestarla a las amigas se le quemó. No hubo forma de enrollarla, pero el transformador le sirvió como calzo de la puerta, para mantenerla abierta y ventilar el apartamento de los vapores sofocantes del verano. El mercado negro lo ampliaron los marineros mercantes, con todo tipo de efectos electrónicos. Relojes rolex  falsos, que fueron la ostentación de los macetas, camisas Manhattan,  pañuelos de seda, zapatos,  sombreros, pitusas, ropa interior para  mujeres  y pantalones campanas que causaban la obsesión en los más  jóvenes. Un trapicheo incontrolado; porque la muda de ropa que daban por la libreta malamente servía para  vestir el diario. Los marineros trajeron además los discos Long Play de Paul Anka, Los Beatles, los grupos españoles de moda,  las primeras grabadoras y radios portátiles. Se hizo habitual que la gente subiera a las guaguas con  grabadoras al hombro  a todo volumen. 

Era el tiempo en que proliferaban los niños cubanos con nombres rusos. Ya a ningún nacido le nombraban  Antonio, Francisco, ni Manuel. Los inscribían como: Vladimir, Alexander, Yuri, Valodia… Y las niñas dejaron de llamarse María, Carmen, Rosa, para nombrarlas: Tatiana, Natacha, Katiuska, Irina...Se podía aprender el ruso por radio, y los trabajadores destacados podían soñar que algún día le darían un viaje  a la Unión Soviética. Regresar con fotos en blanco y negro del Kremlin, y la Plaza Roja: con paltos; cubiertas las cabezas con chaikas  felpudas como lanas de ovejas, abotonadas en la barbilla. Todos  en una fila interminable en la Plaza Roja, para bajar en silencio por la escalera de mármol, a la derecha, dar la vuelta en un rectángulo subiendo por la izquierda,  mirando a Lenin, en la urna de cristal inclinada, con sus manos moradas cruzadas a la altura del estomago  y su chiva canosa, alargándole el mentón, como si estuviera dormido desde hacía  un siglo, a la espera que su esposa  Nadieska, lo llamara  para tomar el té. Con buena suerte  hospedarse en el Rossia, visitar el Gung y el Sumg,  para comprar algún regalito a la familia, o un souvenir  de tronco de abedul con un hacha de leñador en miniatura, o un juego de matrioshas barrigonas. Ver, el río Moscú congelado,  sentir  los grajos graznando como pájaros de mal agüero y las urracas picoteando en los cristales de las ventanas, o escarbando en la nieve en busca de golosinas. Contemplar los copos de nieve en las cúpulas de la catedral de San Basilio, como crema en los barquillos de helados. Montar el metro para pasarse a Moscú por la cabeza  y salir frente al museo de la cosmonáutica para ser recibidos con la sonrisa espacial de Yuri Gagarin, que saluda desde su estatua a los visitantes del museo. Un poco adelante, queriendo ladrar desde las fotos; la perra Laika: primera pasajera espacial, guardiana insigne de la colección de aviones y cohetes; mudos testigos de los viajes del hombre y de Valentina Tereshkova por los abismos del cielo. Como  despedida asistir a una función de tres horas, en el Teatro del Palacio de los Congresos, para ver  la ópera  El Príncipe Igor; sin traducción. Suerte de los que pudieron aprender el idioma ruso por radio para entender las arias y campear el rudo idioma moscovita. Así que este encuentro casual, le hizo evocar encuentros anteriores con extranjeros, pero sin mayores trascendencias: las visitas a la beca de delegaciones del konsomol, intercambiando pegatinas y sellos alegóricos de ambos países, después de los discursos; para  luego en los albergues, en la cola del comedor; en cualquier parte reírnos de los bolos con los cuentos de torpezas que habíamos aprendido desde la época difícil de los tabarichi, Nikita Serguéievich Jruschov, Anastas Ivánovich Mikoyán  y el sucesor  Leonid Brezhnev.

Ahora era diferente, ya no era una becada. El tiempo le había fogueado su         carácter, y La Habana, - que en agosto de 1762  los ingleses  la habían     conquistado-, le permitió  a  ella conquistarla  en agosto de 1962, justo   doscientos años después; entre vítores de: a la urra rrá, y el  bombo chiear, chiear, chiear, con lemas y consignas, cantando: somos socialistas palante y palante y al que no le guste que tome purgante. Llegó  ronca al reparto Siboney, porque se pasaron todo el viaje cantando en cada pueblo que  encontraron  en la carretera central. Al mes  ya conocía todas las rutas de ómnibus. Era capaz de andar sola en  las guaguas desde Playa, hasta la Rampa, el Parque Central; a cualquier parte de la urbe,  para ver  los estrenos de Radio Centro, Payret, Ambassador, Acapulco: o  cualquier cine de barrio, persiguiendo las películas que no pudo ver en los circuitos de estrenos. Luego  al regreso quedarse en el Coney island  para comprar algodón de azúcar; dar una vuelta en la montaña rusa, venciendo el temor del vértigo, y reunirse con las amigas.  Porque  habían hecho del Coney, el punto de encuentro, para irse juntas,  a pie hasta la beca, cuando fallaba la confronta. Así protegerse en grupos de los temores a borrachos noctámbulos, rescabucheadores y mariguaneros, que asediaban a las becadas  y tenían sus guaridas en los centros nocturnos del Paradis, Rumba Palace  y  posadas del entorno. Como un chispazo se iluminaba el recuerdo de su primera experiencia amorosa con un profesor mayor que ella, allá en Tarará, de cuya relación solo sobrevivió la propiedad del pequeño apartamento de línea, donde vivió  con él,  hasta  que la abandonó por otra cuando fue nombrado  para un cargo superior en el ministerio. Por supuesto que nada de lo que venía recordando lo comento con este hombre que caminaba a su lado. Le había caído bien desde que se le acercó;  tal vez por ese aire de porte gentil  y una cierta timidez  que lo diferenciaba de los hombres comunes que abordan a las mujeres en calles y aceras con el agresivo desenfado machista de los cubanos.

Aquella tarde marcó un  giro en su vida. Tuvo el tiempo de meditar en la cola de la heladería  y navegar en los recuerdos que la asediaban.  Sin sospechar  en el puente de afecto que se iba endulzando con el sabor de los helados, las sonrisas y la simpatía  creciente  hacia este hombre; que  le contaba en su insipiente español: de suo laboro como proyectista de la

Autopista Nacional, de lo tantísimo que le piaciva Cuba, dal sole,  queste mare  veramente blu, de  la folia de vívire de sua gente  y de todo lo que ella adivinaba o creía entender, detrás de  una canoa de almendra con chocolate, entre divagaciones asaltándola.

Esquivaba con cierto nerviosismo la mirada azul que la escrutaba.  Mientras,  le contó   que era profesora de secundaria, aquí cerca; detrás del Habana Libre. Le señaló con el dedo índice,  apuntando hacía el hotel, para desviarle su mirada que la hacia ruborizarse.  Él, con un gesto teatral, le extendió la mano mientras decía:  

- Il mio nome e Marcelo.

Ella, le extendió la suya, aún con la cuchara entre sus dedos, provocando  la risa de los dos.,  hasta que pudo decirle:

- El mío: Ena. - Y tomó la cuchara en la otra mano, aún sonriendo.

Él abrió los ojos exageradamente y con una asociación poética le contestó:

-Il tuo nome e un vulcano.  Invece  il mio:  mare e celo.  ¿Capichi?.

Luego  de las presentaciones, las risas por el incidente de la cuchara, y de los apuntes que hacía en su agenda,  de aquellas palabras que no lograba descifrar, le confesó que le gustaban mucho: Nicola di  Bari, Rita Pavone,

Sergio Endrigo y  Pepino di Capri…

Le pareció increíble  que en Cuba se conocieran cantantes  italianos que allá apenas si se escuchaban, pero La Habana y Cuba cada día le desbordaban el asombro. Quizás para estar a tono con ella se atrevió a decirle:

  -Mi piaci tantisismo il Mozambique, un bailo piu faccile che oltri ritmi cubani. Anche il Pilón mi piaci.

Estaba extasiada por su forma de gesticular como si con cada movimiento de sus manos  quisiera expresarse, para apoyar sus palabras en una catarata musical subyugante,  que le permitían  entenderlo a media.  Solo había escuchado el italiano en las canciones de los cantantes que pasaban en la radio: canciones que  había cantado de memoria en el albergue, sin saber qué decían. Su entusiasmo se colmaba  cuando veía las películas, después de recorrer una cola de tres horas, cuando marcaba   en  21 frente a la Roca, subiendo  por L, hasta la taquilla de  Radio Centro; para encontrarse  con Mónica Vitti, Claudia Cardinale, Ugo Tognazzi o Marcelo Mastroniani.   Era ese el tiempo cuando suspiraba allá en la beca, por Marcelo Mastroniani. Cada amiga tenía una foto pegada en la taquilla, o en la tapa de la maleta, con el artista soñado. Para ella,  Mastroniani, era  un amor de celuloide que la hacia repetir la tanda y llevárselo a la beca en la mirada para seguirlo soñando. Así que entre sus evocaciones no supo  cuando le mencionó a Mastroniani, para que exclamara:-¡Ah , Mastroniani! Suo nome e come il mío. -Le dijo-,  ya en la despedida, después que habían intercambiado los números de teléfonos.  El debía partir en la mañana hacia el interior por asuntos de trabajo. Le prometió llamarle a la escuela a  su regreso. Para darle la seguridad del próximo encuentro le tomó las manos y siguió: - Il mio  desiderio e ritornare lo piu presto e trovarte  a te.  Enna sei veramente bella, io ti voglio bene.- Le dio un beso en cada mejilla y casi le susurró al oido:

 -  Arrividerchi, chividiamo le proxime settimana. Non dimenticare: ti prego.

 Esa noche se desveló sin zafarse el torniquete, escuchando nocturno y soñando despierta. Sintiendo aún las manos caliente de Marcelo cuando le tomó las suyas y le dijo casi en un ruego: Ti prego. La noche se le hizo interminable, porque la ansiedad la asaltaba. Tenía que agenciarse  un diccionario italiano para descifrar las palabras que no entendió y que había escrito en su minúscula agenda telefónica, que leía una y otra vez para hilvanar una conversación que le martillaba en su cabeza con inusitada insistencia. ¿Cuántas veces como ahora se había desvelado en su vida? Siempre reticente a tomar somníferos, no perdía la ocasión para aconsejar a su madre y a los abuelos para que dejaran el hábito  de tomar y recomendar el meprobamato para todo: porque aprendió sola que los nervios los tiene que controlar una misma. ¿Cuántas pruebas de fuego le había puesto la vida? Desde niña, enfrentándose  sola a las adversidades, para vencerlas con el entusiasmo desenfado de sus impulsos y corazonadas. Una heroicidad para su tiempo y su origen. Solo lamentaba  la prohibición  que no pudo vencer cuando no la dejaron alfabetizar, pero se conformó con enseñarle a escribir el  nombre y la inicial de su apellido al padre, para que dejara de poner el  pulgar manchado de tinta en los papeles  oficiales y las facturas de la base campesina que debían firmar. Se esmeraba por las noches, a la luz del farol chino, bajo el aleteo de insectos encandilados;  tomándole la mano al padre  que sostenía el lápiz entre sus rudos dedos, como una coa,  para que con un esfuerzo como si estuviera sembrando posturas de tomate sobre los renglones de la libreta hacerle escribir con una caligrafía de soga torcida: Armando D. Porque no hubo forma de que lograra escribir Despaigne. Le ponía de tarea a la madre  lecturas de textos de Almendros, pero no lograba que la madre leyera sin dejar de mover los labios, ni mucho menos entender lo que leía entre los susurros  de una entonación de preescolar. No recuerda las noches que pasó en esos empeños, ni la fecha exacta en que el farol dejó de funcionar, cuando Ramón se dio por vencido tratando de encenderlo. Y se quedó colgado como un  adorno en un clavo de la solera.  Desde entonces se había hecho el firme propósito de conquistar sus sueños, dejando a un lado las rabietas y llantos. Todavía piensa que fue un golpe de suerte, que tomó de sorpresa a sus padres, aunque ella puso todo su empeño y razones, para que no hubiera fuerza capaz de detenerla. Fue su madre la que le dio el impulso, decisivo desafiando  la terquedad de su padre, para impulsarla a dar el paso que cambiaria la rutina de su vida. Con una dedicación de monja salesiana, primero en la academia de corte y costura, dónde llegó a sobresalir con una maestría, que la marcaria para siempre y luego a los dos años incorporase a los estudios del magisterio. Primero  allá en Tarará, y luego en Ciudad Libertad; para sacar la vista de los enseres de la costura y fijarla en los libros, iluminándole la visión del mundo y de la

vida. Soportó la ausencia de los suyos: sus primeros sobresaltos de amores de juventud;  sola con el escueto consejo de la madre  que le había repetido más de una vez, abriéndole los ojos al decirle: cierra las piernas y abre los ojos. Pero olvidó el consejo de la madre: cerró los ojos entregándose  de piernas abiertas, para sucumbir a las caricias provocadoras del profesor Eduardo,- que comenzó llevándola los fines de semana al Monseigneur, a degustar  el  filete miñón, escuchando las descargas inolvidables de Bola, detrás de su piano blanco;  casi en éxtasis, cuando cantaba la canción de Chabuca Vargas:  La flor de la Canela, haciéndola  suya para siempre, entre los susurros fraseados de su áspera y musical voz -,  para terminar después entre los brazos de Eduardo, allá en  el apartamento de Línea, oyendo en una grabadora  a Juan y Junior, en la embriaguez  consoladora  de los dos brindado por  un sorbito de champan; estremecida por los temblores de los orgasmos… hasta que la relación se marchitó, por las infidelidades del Don Juan que la sedujo. Abandonándola por otra nueva conquista. Casi simbólicamente murió su relación, iniciado el mes octubre; justo cuando llegó la noticia conmovedora desde México, anunciando la muerte de Bola, aquel sábado nefasto cuando Eduardo la dejó por otra. Lloró ese fin de semana, sin arreglarse el cabello, escuchando por la radiola voz ríspida del Bola, en  su inmortal Vete de mí, como una sentencia paradójica, para olvidarse de Eduardo por siempre.  Se había quedado sola, con el aliciente de sus alumnos, sus clases de español; las cartas y telegramas, que la mantenían en contacto con sus seres queridos;  esperando ansiosa las vacaciones y el fin de año, para regresar a contarles de su vida y ellos como detenidos en el tiempo, con el asombro en los ojos,preguntándole cosas de La Habana. Ahora ella, acordándose de todo; pensando en Marcelo…  hasta que el sueño la durmió.

 Ya para el invierno estaba nerviosa en el aeropuerto, con el sobretodo en un brazo, tapando el neceser que sostenía en la mano y Marcelo enganchado en el otro; esperando que anunciaran el vuelo que los llevaría a Roma, con escala en Madrid. Apretaba en la otra mano la virgencita de la caridad que la madre le dio al despedirse, para que la acompañara y la guiara, mientras meditaba  en el giro que tomaba su vida. Bárbara, insistía recordándole que le mandara fotos de la nieve, y revistas de modas con fotos de artistas. La boda fue más rápida  de lo esperado. Marcelo hizo un viaje de ida y vuelta hasta Roma, para llegar con sus documentos en regla y ella hasta Palma, para hurgar en el juzgado y traer su certificado con el folio y el tomo de nacimiento. El noviazgo, duró el tiempo de hacer los papeles y esperar que sus padres y hermanos llegaran de Palma Soriano, para salir en las fotos apretados detrás de un cake. Ella con su traje blanco, que tan mal augurio le anunciaba a su madre, porque las novias no podían ver el traje hasta el día de la boda y ella de testaruda lo había hecho por sus propias manos, porque el oficio de costurera fue lo primero que aprendió acá en La Habana, cuando vino becada para la escuela Ana Betancourt, hasta que después dio el paso al frente:  como dicen los jóvenes comunistas y se incorporó al curso de maestros Makarencos; luego que Fidel diera aquel discurso en estadio Pedro Marrero, el 5 de diciembre, donde elogio la labor de Elena Gil,  al frente de la  escuela Ana Betancourt, los avances en la educación y ella conmovida se incorporó al Instituto Pedagógico de Tarará, hasta que vino a Ciudad Libertad a terminar sus estudios…  Las gestiones que tuvo que hacer Marcelo con la embajada y el gobierno, para que la autorizaran a dejar el magisterio y poder salir. El bueno de  Marcelo, con el traje gris y la corbata azul,  a su derecha firmando el registro ante el notario notorio, en el Salón Dorado del palacio de los Matrimonios de Prado. En ambos lados, los padres de ella, y los hermanos detrás con el asombro congelado por el flash.  

Ahora solo estaba su hermana en el aeropuerto para despedirla, porque a sus padres y hermanos; las urgencias de la tierra, los abuelos con los achaques de la vejez, y los animales a sogas, no les permitieron quedarse unos días más  para decirle adiós desde la terraza. Solo pudo en el ajetreo de la boda escuchar a su madre aconsejarle y repetirle que tuviera mucho cuidado allá. Porque iba a estar sola, sin familia; que allá no se podía llegar como a La Habana, de ahora para ahorita. Sabía  que era muy independiente y espabilada, desde los catorce años cuando se plantó en sus trece y no le importó el disgusto del padre, que ni  fue a despedirla cuando salió  para La Habana con una maleta de madera y una retahíla de muchachitas  en la guagua cantando: la ORI es la ORI,  la ORI es la candela. Más de una la madre vez le oyó decir; con una decisión que metía miedo para su edad: que  no se iba a quedar de bruta como una campesina  criando puercos y vivir la vida entera en piso de tierra, tomando agua de tinaja. Porque ella tenía que ser algo en la vida. Hasta que entre rabietas y amenazas la convenció. A La Habana salió, dejando el rencomio en su padre, y la ilusión en el resto de la familia de que sería la digna representante de los Despaigne, que toda la vida habían vivido de la tierra; desde los tiempos inmemorables cuando el esplendor de los cafetales. De modo que la madre la amparó de los desagravios del  padre, y le ayudó a preparar la maleta de madera para cerrarla con el candado globe, que utilizó el hermano Ramón, cuando fue llamado al servicio militar. Así que ella le colgó al cuello el cordón de zapato con la llave. La colmó de consejos y advertencias. Como sabía de los sueños y ansias de su hija, temía que  cometiera una locura si le prohibían  la posibilidad de estudiar en una beca. Su marido  dejó de hablarle, pero escuchaba, hosco y huraño, haciéndose el dormido recostado en un taburete, las cartas que leía Bárbara, en voz alta; donde Ena le contaba  de la escuela y de La Habana. Ellos le respondían de los estragos que había dejado  el ciclón  Flora. Dictándole a Bárbara, que lo más terrible fue la cantidad de agua que cayó. La crecida y desborde de los ríos, los ahogados que nunca aparecieron. La suerte que tuvieron de vivir en lo alto. Lo único donde su padre había tenido razón,- según decía su mamá, - por no quererse  mudar para el valle, donde quedó bajo el agua  la nueva cooperativa.

En el retorno de vacaciones llegaba con la alegría de sus avances en los bordados cruzados, de lo bien que le quedaban las plantillas, del buen manejo del centímetro y los cortes con la tijera; al punto de hacerle una camisa al padre sin tomarle las medidas, con dos metros de popelín blanco. Trajo en uno de los viajes la noticia de que estudiaría magisterio. Ya para entonces el padre se dejaba besar.  Ella se levantaba temprano para irse al campo con los hermanos, junto al  padre, ayudando en las disímiles tareas de la tierra…hasta que logró que el viejo la tuviera en cuenta. Se adaptó a llamarle: mi hija, la que vive en la Habana. Para entonces se ponía con orgullo la camisa hecha por  ella  cuando iba a jugar al dominó los domingos en el círculo social. Pero ahora que había dado ese otro paso impredecible, que se iba tan lejos; la  madre no se cansó de aconsejarla. Primero había convencido a su esposo para que viniera a la boda, con la guayabera de hilo que  Ena le había regalado un día de su cumpleaños; y darle esa alegría a su hija,  para que  Marcelo, no fuera a pensar que su hija era una mal parida. Porque ella tenía familia que la representara y estuviera de cuerpo presente en un acto tan notorio como el casamiento. Se compadeció en silencio de  Marcelo, que no pudo estar  acompañado de la suya, porque todo fue tan rápido que ni Ena entendió bien las razones que le explicó cuando chapurreando su itañol le dijo:  che la sua mamma, mai  sono stata sull aereo, per paura. Y ya se sabía que su padre había muerto cuando él era un bambino y su frattello Claudio estaba troppo incasinado con el laboro.

El padre casi no abrió la boca; nada más para comentar con los hijos asombrados, qué no sabía cómo los cristianos podían vivir en estos edificios como abejas y ese desequilibrio de su hija, por casarse con un hombre que él no le entiende lo que dice. Se volvió a poner el sombrero cuando bajó las escaleras del palacio y en el portal frente al Prado, le dio un apretón de mano a Marcelo, un beso a Ena, con los ojos húmedos, otro beso a Bárbara: Se montó con la mujer y los dos hijos en una máquina de alquiler rumbo a terminal del ferrocarril, y fueron diciendo adiós por las ventanillas, hasta que  dejaron atrás los leones, casi llegando a Neptuno.

 Ahora era Bárbara la que agitaba un pañuelo desde la terraza y ella desde la escalera diciéndole adiós. Por suerte pudo hacerle el traslado a su hermana: apuntarla en la libreta, en el registro de direcciones de su pequeño apartamento y conseguirle el trabajo como oficinista del Poder Local. Se sentía aliviada sabiendo que dejaba encauzada a su hermana, aunque ya no pudiera aconsejarla de cerca. Le escribiría para mantenerla al tanto,  de cómo debía hacer las cosas para mantener las relaciones con los vecinos. Le advirtió con insistencia que le contara en detalle todo lo que aconteciera en su ausencia, que les diera vuelta a los viejos,  los abuelos y que no fastidiara más con las revistas; que ella se las iba a mandar.  No tenía ni idea cuándo podría regresar, ni cómo le iría en este viaje. Solo le molestaba los criterios que le llegaron por segundas personas, de los empachados del claustro y algunos vecinos que de mala fe la juzgaban casi como una traidora por irse del país. Le dolía en su orgullo que se le cuestionara de ese modo. Al fin y al cabo ella no se iba como se habían ido por  Camarioca los miles de cubanos para Miami, o los que seguían inventando salidas clandestinas y desertando en el extranjero para marchar al norte; como viles gusanos despreciados en actos y matutinos donde participó en más de una vez.  Ella, más que irse para Italia, se iba con su marido para hacer su vida en busca de la felicidad. No tenía nada que ver con un hecho político, aunque comprendía que La Revolución se había convertido en la madre de todos los cubanos, consideraba que no tenía el derecho de repudiar por boca de sus hijos a los hermanos que tomaran el camino  de otras tierras y desterrarlos para siempre con un odio colectivo en mítines insultantes. Así que se ajustó el cinturón con la ayuda de Marcelo, mientras el avión giraba en la  pista, se detenía, y los motores rugían haciéndola estremecer; hasta emprender la carrera del despegue, sintiendo a medida que tomaba velocidad como su cuerpo se iba hacia atrás. Por un momento tuvo la vaga sensación contradictoria de que se quedaba y sin embargo sabía que se iba. Perdió de vista a la pista. El avión comenzó a tomar altura. No se atrevía a mirar por la ventanilla, pero abajo quedaban  Boyeros, su hermana desde la terraza, La Habana y el litoral, bañados  por las luces del atardecer. Ella en las nubes, apretando en la mano la medalla con  la virgen de la Caridad, meditando.

En los primeros días me pasaba casi todas las noches mirando el techo, porque ya me sabía de memoria todas las revistas y conocía cada mancha del techo y las paredes. Había hecho historias desde siempre con las imágenes que descubría en cada mancha y desarrollé la habilidad de verle muchas aristas a las sombras que el tiempo va dejando en las paredes; depende desde dónde las mire: la hora y el estado de ánimo, para empezar a transformarme y ver figuras que solo yo puedo interpretar. A veces he llegado a pensar que yo nací para pensar, e imaginarme cosas mirando las manchas de las paredes. Soportando que me digan despistada desde siempre. Esto me viene de niña; cuando en las nubes del  atardecer jugaba con la vista a dibujar: Los rebaños de vacas, caballos, chivas y carneros que armaba, y se iban cada vez que pestañaba; para al momento, según la fuerza del aire sobre los nimbos y cúmulos aparecieran los puercos, los patos, los barcos, carruseles…todo lo que lograba imaginarme, lo podía ver allá en el cielo, aunque fuera por un brevísimo instante. Lo que a mí me parecía una saya con vuelos, a Chango le parecía un pavo real. Discutíamos, hasta que la mancha de nubes se desaparecía y se formaba la cabeza grande y redonda de un toro mono, sin tarros y Chango, a que no, que era la cabeza de un manatí. Así la tarde se escurría por el cascaron del horizonte, detrás de las lomas y mamá nos llamaba para el baño y a tomar la leche de chiva con espuma. Sentarnos luego  en el patio a contar las gallinas, las pollonas, pollos, guanajos y  el gallo machorro de cresta roja, que se templaba a todas las gallinas y pollonas antes de subir por la escalera a la mata de ateje; golpeándose el pecho rojizo con varios  aplausos de las alas. Lanzar el quiquiriquí; hasta la madrugada, cuando cantaban todos los gallos del mundo y volvía a aplaudirse el pecho, y  a cantar, para   que papá se levantara a ordeñar la vaca. Los gallos finos nunca han  tenido horario para el canto. No los dejaban mezclar con las aves del patio, para que no se cruzaran  las razas y evitar que nacieran los pollos raquíticos capirros que mamá tanto maldecía. Por eso vivían encerrados en jaulas bajo el rancho de maíz, al cuidado del abuelo, que tenia la opinión de que los gallos de pelea no podían andar sueltos detrás de las gallinas, porque se le aflojaban las patas cuando los llevaba el domingo a la valla del pueblo. Se esmeraba en sus cuidados, al extremo de darle de comer malanga amarilla con leche, pesarlos cada mañana, tusarlos, afilarles los picos, y las espuelas con una dedicación de gallero empedernido. Hasta que prohibieron las peleas y las vallas. Pero siguieron las peleas escondidos en los montes. Cómo se le ocurre a este hombre prohibir la única diversión del guajiro. Así comentaba con papá el abuelo Feliberto. Mamá barriendo en las tardes, las hojas secas que alfombraban el patio, cantando su favorito corrido mejicano: Ese lunar que tienes cielito lindo, junto a la boca…

Después de la comida, Ramón, se iba para el pueblo con el  pelo brillando de brillantina;  porque cuando regresó del servicio militar, le volvió a crecer la mota. Le gustaba darse peine delante del espejo, y golpecitos con la mano para amoldarse la mota brillosa, queriendo parecerse a Elvis Presley; como decía Ena;  aunque nunca aprendió a cantar rocanrol, y muchos menos bailar. Papá, le decía autoritario: ¡Temprano aquí! Se paraba de la mesa cuando llegaba el abuelo Filiberto, y conversaban de las mismas cosas: de la siembra, los animales, los gallos finos y del tiempo lluvioso o la sequia.  Prendía el quinqué con su fosforera de mecha, porque ya el farol chino se le había roto la camiseta y se  pegaban al radio de pilas, para juntos escuchar las tonadas y controversias campesinas; y luego cantarnos: Un dime que te diré y un dale dulce a la clave, conversar con quien no sabe, es dar contra la pared. Anda, canta tú ahora; le decía apuntando a Chango.  Chango, se llevaba la mano derecha al pecho, para puntear, y la izquierda  digitando las cuerdas del tres invisible que inventaba en el aire, para responderle lo mismo de cada noche: Eres sapo sin barriga, eres camaleón sin rabo, eres sinvergüenza y vago, qué quieres más que te diga. El abuelo Feliberto, se iba riendo para la cocina a conversar con mamá, que fregaba los calderos y la losa de la comida.  

 Papá amagaba con  pegarle parándose del taburete. Se armaba el zafarrancho: Chango, salía corriendo. Yo lo seguía,  para subirnos en la manta de trillar que estaba enrollada en el comedor, junto  a los sacos de frijoles y papá, volvía a sentarse en el taburete recostado, con los ojos cerrados, canturreando bajito: No me tires con piedra monona mía de tu hermosura…Medio que se quedaba dormido, con un tabaco apagado colgándole entre los dedos, hasta que  mamá lo despertaba dándole con un mano en la rodilla y con la otra, el jarrito de peltre con el café.  Y él sobresaltado preguntando por el abuelo. Mamá le contestaba: Hace una hora que se fue; porque Cacha está sola en la casa. Y volvía a repetirle la letanía  de siempre: Voy a ver cuándo van a dejar esa casa; que les está al caer arriba y van a venir de una vez para acá con nosotros. Recogía el jarrito; miraba a papá con la misma mirada acusatoria, como si papá tuviera la culpa de que los abuelos no quisieran mudarse para acá. Se secaba una mano en el delantal y alguna que otra vez, le escuché decir: Vete a recoger a tus hijos que están dormidos como los marranos arriba de la manta. Para volver a lo de todas las noches: ¡Mira la hora que es y Ramón no llega!Decía alarmada alumbrando  el reloj de pared. Recorría  la casa con una chismosa en la mano, proyectando su sombra chinesca en las paredes; para idealizarla pensando que mi madre  podía caminar por las paredes sin caerse; cerrando puertas y ventanas.  Casi siempre me hacia la dormida sobre la manta, o el banco de la mesa del comedor, escuchando a mi madre hablando sola. Yo, soñando y pensando  en Ena, allá en La Habana,  con todas las sombras de la noche para mi sola. Esperaba que papa me cargara en andas y me llevara a la cama. Luego venia mamá  con la chismosa en la mano, para obligarme a sentar en el orinal, hasta que me acostaba de nuevo.  Desde afuera la densa calma de la noche trayéndome el canto de los grillos, la lechuzas y ladridos de perros; haciéndome latir el corazón, para  sin saber cómo, ni cuándo, se me aflojara la llave del orine.  Despertarme en las mañanas, empapada en la fría humedad de mis temores; para que la buena de mamá se dedicará cada mañana a lavar y  tender en el patio las sabanas y mi ropa interior: que era como tender a la vista de todos, la pena de mis pudores. Cuando me veía en la mañana la cara de angustia, le hacía a Chango la advertencia amenazante, para que no fuera a comentar en la escuela, que yo me orinaba en la cama. De lo que estoy eternamente agradecida, porque me guardó este secreto para siempre. Mamá  me prohibía en las tardes comer las cañas que abuelo traía peladas en trocitos  y las jugosas naranjas del patio, para según ella ponerle coto a mis desagües incontrolados. Pero de nada servía.  Desde que Ena se había marchado  para La Habana, dormía sola con un nailon en la cama para no mojar la colchoneta, añorando el regreso de mi hermana en los veranos y fines de años, para cobijarme al tibio amparo de su lado y ahuyentar los sobresaltos en las noches. Hasta que luego de mi primera menstruación, me curé de  mis incontincias, del  miedo a dormir sola. Para entonces Ena, me había hecho el vestido de los quince y las primeras fotos de cuerpo entero que tuve. Me sacó las cejas, y me pintó las uñas por primera vez; el mismo día que me afeité las piernas, con la maquinilla de papá y la cuchilla venceremos. Mucho antes de esa fecha, era yo la que le contestaba cuando leía sus cartas, sin sospechar que iba a continuar mi vida esperando cartas; ahora de mi casa y otra vez de mi hermana. A veces inventaba cartas cuando Ena se demoraba en escribir, para calmar a mamá. Escribía también mi diario donde siempre copiaba las canciones que más me gustaban del cancionero que me trajo de regalo Ramón, las cosas que me pasaban en la escuela y alguna que otra confesión en clave del novio que añoraba tener. Ni se bien las libretas que llené desde mi época de la primaria  y la secundaria, pero nunca se las enseñe a nadie y ahora mismo no sé por dónde andan mis libretas.  A veces pienso que eso de escribir me viene de mi abuela Cacha, que escribía en la puerta interior del escaparate de cedro, las fechas de los cumpleaños y santos  de sus hijos y nietos; las fechas en que las puercas se habían preñado y que era un jeroglífico casi indescifrable, donde leía estos apuntes desde niña. Hasta las primeras menstruaciones de mi madre y mis tías, están escritas con el trazo chapucero de su caligrafía, hecha con lápiz de carpintero. Chango también escribía, pero con la punta de un cuchillo en las palmas del potrero. Tallaba corazones con flechas y dentro ponía las iníciales Ch y B. La misma B de Blanquita, con la que se casó después, cuando terminó en la Columna Juvenil del Centenario. Porque al  fin dejó la obsesión del boxeo y le dio tranquilidad a mamá, que solo hacia rezar por él cada vez que anunciaba que tenía pelea. Se pasó los tres años en el puñetero boxeo, peleando los fines de semanas en los estadios y en casi todos los centrales y bateyes de la provincia camagüeyana; para tener a mamá con el corazón en la boca. Hasta comentarios de  él habían salido en el periódico Adelante, con su nombre real: Evelio Despaigne. Anduvo con el periódico doblado en el bolsillo, mostrándoselo a la familia y a los amigos, que no querían creer que se tratará de él, pues todos estaban seguros que su nombre era Chango, como lo habían nombrado toda la vida.  Hasta que salieron de la duda el  día que llegaron dos funcionarios del Inder; preguntando por Evelio Despaigne. Venían con planillas insistiéndole para que siguiera en el deporte de los guantes, porque había ganado hasta campeonatos provinciales en su peso gallo, casi haciéndole sombra a Emilio Correa. Querían llevarlo al Córdova Cardín. Menos mal que estaba embullado con Blanquita y dejó el dichoso boxeo, más por ella que por mamá.

 Ahora estoy  angustiada, lejos de los míos, mirando por las noches las sombras en las paredes; desvelada por este estropicio en las madrugadas: la música a todo volumen de los vecinos, con  Jarry Lewis cantando: Pángola  pángola, vamos a sembrar pángola,o sino la Monumental con el prendan prendan el mechón. Más el  incesante traqueteo de las fichas de dominó en los bajos del edificio, mezcladas con el ronroneo  de carros y pitos;  mientras que por el día tengo que aguantarles las gracias a la gente del trabajo, diciéndome despistada cuando dejo el teléfono sin colgar, o se me queda abierta la pila del lavamanos. Me entran unas ganas de escribir oprobios contra todo lo que me perturba. ¡Desahogarme! Eso es lo que necesito, para controlar estos impulsos de gritar: ¡Váyanse todos al carajo! Pero me acuerdo  de Ena y sus consejos… Menos mal que los fines de semana me voy para el Náutico a ver las ruedas  de casino, porque el gogó y el yeyé, solo se bailan en las fiestas privadas de los pepillos habaneros. Allá los aires de la playa me calman estos impulsos que me asaltan cuando estoy sola encerrada en el apartamento. Me divierto viendo las ruedas, disfruto del aire del mar, del atardecer desde el espigón del Náutico. Antes de coger la 132 para el regreso, y no tener que cocinar para mi sola, entro en Mare Apperto a comerme un spagueti y tomarme una malta. A esa hora se llena la pizzería de becados con la algarabía juvenil y sus uniformes carmelitas como peters de chocolate. Las muchachitas con leotard y mayas negras debajo de sus uniformes y el pelo recogido como una cebolla, les dan el toque de estudiantes de danzas. Por suerte marcan detrás de mí, si no me tengo que ir sin comerme el espagueti, porque es un  grupo interminable que sigue creciendo como si se dieran cita todos los alumnos de la beca. Me asalta de nuevo el recuerdo de Ena, contándome sus andanzas por estos lares, cuando aún yo no soñaba conocer La Habana. Era tan feliz en mi inocencia: escuchando los cuentos de Ena, montando en la montaña rusa, que imaginaba como algo lejano en las alturas y no esa mugre de madera y rieles a punto de derrumbarse…

Estoy pensando irme para el campo a pasarme el fin de año allá en la casa; ojalá que tenga suerte en la lista de espera en la terminal de ómnibus, para ver si cojo una leyland, porque no resisto el tren.

 

 Roma diciembre del 1972 

 Bárbara, quiera dios que al recibo de esta te encuentres bien. Yo todavía turulata. Me pasé todo el viaje con el corazón en la boca, sin saber cuando aterrizaba. Te diré que cuando llegamos a Madrid, hubo que esperar como cuatro horas para seguir hasta Roma. No pude salir del aeropuerto. Llegamos a Roma por la tardecita y todavía estoy como pescaó en nevera. Claudio, el hermano de Marcelo fue a buscarnos al aeropuerto, Roma es lindísima. Me dieron una vuelta por el centro y pasé por la Plaza de La República, vi el Coliseo, el Foro romano y el arco de Constantino. Cruzamos el Tíber; que acá le dicen el Tèvere, que por cierto está lánguido y apestoso como el Almendrares: pasamos frente al Vaticano y Marcelo me prometió traerme para ver la Capilla Sixtina. ¡Te imaginas! Yo descocotada mirando las pinturas de Miguel Ángel y tener la suerte de ver al Papa Juan Pablo I en la misa de la Plaza San Pedro. Me acordé enseguida de mamá, y de la iglesia del Cobre, le di un beso a la virgencita de la Caridad, pensando en ella. Llegué muerta de cansancio. ¡ Pero aquí estoy! La casa de Marcelo está en el Euro, que es la ciudad que mandó a construir Mussolini, para que fuera la capital: un sueño del Duce, pero nada: Roma sigue siendo la capital. La mamá de Marcelo casi no se le entiende lo que habla y me mira con una cara de loca, porque el otro día me cogió en la cocina con el peine caliente estirándome la pasión y empezó a gritar: Marcelo, Marcelo, a lei le brulla la testa. Desde entonces me mira con una cara de loca, que para qué te cuento… Por suerte vivo sola con Marcelo. Solo la he visto tres o cuatro veces. Ya Marcelo me compró una secadora, pero insiste que vaya a la peluquería y sus amigas cuando cogen confianza, todas quieren tocarme el pelo. A todas les gusta el spendrum. Yo con ganas de tener el pelo lacio como ellas, para quitarme este martirio.  Estoy fajada con el diccionario, porque aún no entiendo casi nada. Si supieras como me acuerdo de ustedes. Aquí se desayuna hasta con jamón,huevos fritos, cornetos, que es como un pastel grande de cangrejitos, leche que le dicen latte, y café, que es lo único que entiendo. Al desayuno le dicen colazzione, al almuerzo, pranzo y a la comida, cena. Acá lo poco que entiendo en los noticieros es que hay mucha violencia y cosas de mafia. Es como la crónica roja que había antes allá, seguro que tú no te acuerdas de eso, pero se ven cosas horribles de asesinatos, salen en los periódicos fotos, escalofriantes. Los periódicos le dicen giornali y tienen más páginas que la bohemia. Si estuvieras aquí te darías banquete hojeándolos. De tus revistas no me olvido, lo que pasa es que Marcelo me tiene que llevar al correo, que aquí se llama posta para  comprar los sellos que se llaman francobolo y se escribe  francobollo; di tú. Yo me reía sola, pues si le digo esto a mamá se parte de la risa. Hay revistas de relajo en todos los estanquillos, que si Ramón y Chango, las ven se le hacen cayos en las manos de hacerse pajas. Ja, ja, já. Han puesto bombas la gente de las Brigadas Rojas; y los carabineros andan con armas largas y ropa de camuflaje, parando los carros y revisando maleteros. Marcelo dice que esto es un casino. Porque a estas locuras le dicen en italiano casino, aunque también hay casinos de juegos, y la lotería que se llama Bono loto. Ya me he comprado mis bonos con el 19 y el 25, para ver si me gano un parlè, que aquí le dicen ambo. Marcelo está haciendo gestiones con su compañía para ir al Congo, pues según él, allá pagan muy bien. Quiere que además del italiano, empiece  estudiar francés, así que tendré que mecharme, como decimos allá. Pero en realidad extraño mucho a Cuba. Hace un frio de refrigerador del carajo. Aquí no se ve la nieve, hay que ir hacia el norte, donde están las montañas de los Alpes, casi en la frontera con Francia y Alemania, así que te debo las fotos de la nieve, pero fotos de Roma si te mandaré. Espero que Marcelo pueda llevarme a Sicilia, para ver el Etna, y aprenda a decir bien mi nombre. Sacarle fotos al volcán, pues en la cima siempre hay nieve, así te complazco. Ayer estuve en la Fontana de Trevi y lancé tres monedas de espaldas, es una tradición. Se lanzan pidiendo un deseo y dicen que el que lo hace se queda en Roma. Yo pedí que ustedes pudieran venir. Me parece mentira que ahora ande yo por las plazas y lugares que vi en las películas. Esto es como soñar despierta. Ojalá que le aparezca el lavoro en el Congo;  como dice Marcelo, o que yo me gane un ambo. Aquí al salario le dicen soldi y el dinero se llama lira y mil liras parecen un dineral, pero es un mierda; figúrate tú que una pizza normal vale casi  dos mil liras; cuando tu sabes que allá una pizza  vale un peso y veinte centavos. Ah te diré que el agua le dicen aqqua y tengo agua caliente en la ducha y la cocina.  Marcelo, me compró unos suavizadores que te pone la pasión como una blanca: no tienen nada que ver con el laxagar que usamos allá;  aunque a los dos días lo tengo como alambre de púa, por la herencia de papá. Echan unas películas de relajo, ¡que pá  qué te cuento! A mí me da vergüenza cuando me las encuentro, que del susto apago la televisión. Marcelo, lo que hace es reírse y hasta yo me rio…ya casi me estoy acostumbrando. Hay hasta tiendas de relajo. Pura pornografía. Se me acabaron los cigarros dorados que traje, porque los amigos y amigas de Marcelo, cada vez que sacaba una caja de la cartera,me pedían una sigareta: porque así le dicen a los cigarros. Yo pensaba que era solo a los cubanos los que le gustan las cosas de otros países, pero acá les encantan las cosas de Cuba; con decirte que hasta un pullover que traje con el letrero: Los Diez Millones Van, lo tuve que regalar y explicar que no se cumplió el plan de azúcar. Que fue una victoria pírrica como la llamó Fidel. Hablándote de Fidel, ayer vi por televisión la visita de Fidel a Moscú, en el palacio de los Congresos del Kremlin, estaba dando un  discurso por el cincuenta aniversario de la Unión Soviética; solo pusieron un pedacito en Rai uno. Te diré que acá hay obsesión con el Chè. Hay afiches de él por todas partes, porque en octubre se conmemoró su muerte y en todos los muros aparece la foto que Korda le hizo en 12 y 23. Casi todos los italianos piensan que el Chè nació en Cuba. Cada vez que abro la boca para decir algo tengo que buscar el diccionario, para que me entiendan, porque al azúcar le dicen zucchero. Estoy fumando unos que se llaman Capri: son finíticos, como los que fuman las actrices del cine. Estoy loca por hacer algo, pero dice Marcelo que debo aprender bien el idioma para hacer los documentos en la questura, que así le dicen a la policía y luego el permiso de sogiorno, que es para el trabajo. Estoy pensando que a lo mejor me monto un taller de costura, por acá hay hasta máquinas de coser eléctricas, y telas preciosas en el barrio Chino que  está cerca de la Termi, en la estación Central, y en la feria de Porta Portesa, que abre todos los domingos. Le estoy dando coco al asunto, porque puedo comprar muy barato al por mayor las telas, que acá le dicen compra al ingosso, pero tengo que esperar por los papeles y el permiso de sogiorno, es decir, del trabajo. Ya te contaré, porque lo de ejercer el magisterio es más complicado por la dichosa gramática. Extraño a la escuela y los muchachos, el sol y el malecón.  Acá se desviven por el calcio, como le dicen al fútbol, igual que nosotros por la pelota, con el equipo Mineros. Trato de leer lo más posible, pero con el diccionario a mano. Me acuerdo mucho de ti, cuando leo sobre el signo zodiacal, hasta en la televisión hay programas dedicados a los signos y a la cartomancia. Yo pensaba que solo a nosotras nos gustaba eso, pero acá nos quedamos chiquitos: solo le ganamos en la santería y la brujería. Perdóname si se me queda algo, pero ya tengo los dedos entumidos, porque aunque hay calefacción tengo un frío que se me engarrotan las manos y si me confundo al abrir la mezcladora siempre se me va un grito, porque cuando no abro la caliente, abro la fría y lo que sale es agua para pelar pollos o hielo derretido. A la  calle tengo que salir con guantes. Oye estoy como loca, te he contado por arribita. Dime cómo andan por allá. Cómo te va en el trabajo. No le des mucha confianza a la gente del edificio y no metas a nadie en el apartamento. Ojo con eso. Dime cómo están por la casa y cómo siguen abuela Cacha y el abuelo Feliberto. Dile que su nieta les manda muchos besos. Papá que deje las rabietas y que descanse más y trabaje menos, que para trabajar están los cabrones de mis hermanos. Dime cómo le va con la mujer a Chango. A Ramón que asiente cabeza y deje de andar de pica flor. Qué dice mamá. Casi ni pude despedirme de ellos. Mi pobre padre, casi no abrió la boca. A Ramón y Chango que dejen de tomar coronilla, que siempre terminan en fajasones. Acá ahora están los preparativos para natale, y el capotano; así le dicen a la navidad y al fin de año. Tú cuídate, y dime si te dieron en la piloto la cuota del mes pasado. ¡Ojo con el trabajo y no hagas cometarios indebidos! No le des confianza a nadie y cierra bien la casa cuando salgas. Ni loca vayas a meter a ningún hombre en la casa. Ya de eso te explique bien. Bueno mi hermana, aquí son las 10 de la noche y allá son las 4 de la tarde, de modo que estoy viviendo seis horas más que ustedes. De Marcelo te diré que está arrebatado conmigo, presentándome a todos sus amigos. A veces me da la impresión que debo parecerles un trofeo exótico que ven por primera vez.  Ahora mismo voy a salir con él,  y unos amigos que han venido de Napoli, para ir a cenar al trastevere, en un restaurante que se llama Pippo. Así que hesaltado del malecón al tevere. ¡Pero tengo unas ganas de comer arroz blanco y frijoles negros! Aquí le dicen riso, o risoto al arroz ensopado y duro que hacen; a los frijoles, fagioli. Me acuerdo mucho de ti, por los espaguetis, pizzas y macarrones: bastante duros por cierto, por eso le llaman  al dente…Oye te dejo que ya Marcelo está bajando y ahorita empieza a parlar en romano y non capisco un casso. Como me dice él cuando le hablo rápido. Contéstame pronto. Un beso, Ena. 

Agustín Dimas López Guevara

La Habana, 2002

MANUEL

 

 

Por Agustín D. López Guevara

A quien luego sería el destacado periodista Manuel González Bello lo conocí por los sesenta allá en la primaria de Las Margaritas, escuela y casa a la vez del maestro Amado del Pino. Había llegado de vacaciones desde La Habana a visitar a los tíos, primos y a su hermana Aida (esposa del maestro) y traía ese aire de joven de La Capital (que le había lavado su origen campesino), con los cabellos largos, la camisa ancha y los pantalones de campana. Parecía un cantante  extranjero, con su rostro de Jean-Paul Belmondo tropical salpicado por el brillo azul de su chispeante mirada.

No pude sospechar entonces, que me uniría a él una honda amistad de tantos años que lograría saltar las barreras de la distancia, cuando La Habana para mí, era un sueño lejano en el horizonte.

 La primera vez que visité su casa de la calle D, frente al Hospital Manuel Piti Fajardo, lo hice en compañía del maestro allá por el sesenta y nueve, en unas vacaciones de verano. Cuatro años después me habanicé.  Seguí visitando su casa como un familiar más, porque me atrapó además  el afecto de Fortuna (la buena de su madre), de la cual nunca se separó y hube de seguirla y visitarla a las casas de J y 23 y Santa Marta y   Belascoaín, cuando la familia se fraccionaba en matrimonios y  permutas.  

   Ya para entonces, en J y 23, mientras terminaba la carrera de Periodismo, lo fui conociendo en la intimidad de los apuros del mediodía, a la hora del almuerzo, y no era extraño verlo acompañado de un amigo que le pegaba la gorra a la noble Fortuna. Allí lo encontré más de una vez con Noel  Nicola, Ernán López Nussa, Omar González y otros que, a pesar de su trascendencia, no logré fijar los nombres. Para entonces solía prestarme libros y permitir que hurgara entre ellos. Descubrí sus primeros poemas —que fueron Mención en el concurso 13 de Marzo de la Universidad—, algunos de los que más de una vez recité como si fueran míos:

 

Mañana, cuando ya no muestres tu rodilla y donde hoy florece una melena, solo me queden solitarios pelos, nos citaremos en una calle cualquiera, o tendremos un encuentro casual: entonces todo será recuerdo, que dos pájaros se propusieron volar juntos, pero cuando no un rayo,  una nube se le interponía, que encerrados en un caracol viajamos haciendo el amor por mares confidentes que no exigían firmas, ni sellos oficiales, que una vez nos amamos

 

   De modo que la vida, desde el año setenta y tres me hacia coincidir con Manuel en su casa de  J y 23, donde hablábamos de libros y escritores. Allí logré abrirle el hermetismo de su creación. Un buen día me confesó que quería escribir un libro sobre los mártires de Humbolt 7, como homenaje a la osadía y valentía de esos jóvenes. Desanduvo por los barrios y bibliotecas buscando información para su empeño latente, pero siempre aplazado por otras urgencias del oficio.

   Ya había sucumbido su amor de juventud a su primera novia y se recuperaba con la llegada de Mireya, los encuentros en Las Cañitas, como con su ubicación en Isla de Pinos en el periódico Victoria, donde volvimos a coincidir en el cumplimiento del Servicio Social. De la isla, me contó la buena impresión causada por Arturo Lince —entonces Primer Secretario del PCC, quien tuvo detractores y seguidores—, al que Manuel supo encontrarle la nobleza campesina, la gran responsabilidad de ese hombre y, aún más, descubrirle, en la intimidad de su despacho, en un burro de madera, la montura de arriero usada en los montes de Oriente, como la confesión de un sueño juvenil: ser piloto, que el traidor de Díaz Lang le quiso mutilar cuando era Capitán del Ejército Rebelde, sueño ya volando en un mayor sueño desde la oficina para la transformación de la Isla de Pinos en Isla de la Juventud.

   Nos seguimos viendo en La Habana, después del regreso definitivo, ya como periodista de Bohemia. Lo había invitado a mi boda y, aunque no asistió, me esperó junto a Mireya en el bar Las Cañitas, donde tanto brindamos por las alegrías de la vida, que esa noche de Luna de Miel, dormí en la bañadera de la habitación del piso diecinueve del Habana Libre, con «una nota de altura», según me dijo al despedirse en el elevador.

   Cuando nació mi hijo, me esperó en los bajos del Hospital Clodomira  Acosta, a que yo mirara a Edgar a través del cristal, y me invitó para celebrar tal acontecimiento, en el bar de 12 y 23 con unos tragos de leyenda gracias al ron Legendario, con el compromiso de acompañarlo cuando naciera el suyo (que no sería varón), y a cuyo brindis no pude ir.

   Me contagió con su entusiasmo el día que fue al Habana Libre a entrevistar a García Márquez. Lo esperé ansioso en el bar de Siete Mares durante dos horas que me parecieron dos meses y, cuál no sería su expresión, cuando oprimió el play de la Sony y la dichosa grabadora no registró la voz pausada y sonora de El Gabo, que hube de escuchar muchos años después cuando conocí al gran narrador de Cien años de soledad, en compañía de Santiago Álvarez.

   No puedo describir su impotencia por estos sustos del oficio. Pero finalmente más pudo su obstinación tenaz y, con la grabadora de su memoria, fue capaz de reconstruirla y apareció publicada en Bohemia, sin sospechar los lectores el riesgo del suceso, ni mucho menos García Márquez.

   Por esa época había escrito la novela Más allá del polvo, donde la lucha generacional se debatía con la inclemencia del polvo en Moa (un personaje más en el entramado de la narración). Me pidió que se la diera a Onelio Jorge —con quien me unía una gran amistad— para escuchar el criterio del Viejo Maestro, pero con el estreno del filme Polvo rojo, desistió del empeño y rompió la novela. Manuel era así.

   Su hija Milena le ató su cariño paterno desde su nacimiento, y supo tenerla presente en todo momento, al punto que en su primer viaje a los países del sur —ya periodista de Juventud Rebelde—, le habla a la hija,  en la hermosa crónica Carta a Milena, de la cruel realidad que viven los niños de la calle y la suerte de  los que nacen en Cuba como ella, con su limpia prosa sin teque, con la que tocaba las más sensibles fibras humanas.

   Por esa época, junto a su colega Emilio Surí, recorre el Cono Sur y deja las impresiones del viaje en muy buenos reportajes, como el que escribiera sobre Los Marielitos que fueron a parar al Perú (donde estuvieron años viviendo en carpas en un parque de Lima, esperando las visas que nunca llegaron para entrar a los Estados Unidos), o el realizado sobre El Paso, en México, que con tanta veracidad revelaba las crueldades que aún soportan los inmigrantes, a riesgo de sus vidas, para cruzar la frontera.

   Con Ivett le habían nacido no sólo Odette y Osmel, pues otras nuevas ocupaciones y preocupaciones llegarían: su «Polaquito blanco», que lo dejaba botado en cualquier esquina de La Habana o Santiago de La Vegas, el compromiso semanal con sus Crónicas del Sábado en el periódico, la separación de Ivett y la última permuta para Centro Habana, la muerte y el entierro de  Fortuna, su querida mamá, que lo dejó  en el más completo desamparo. A pesar del apoyo de sus más cercanos del periódico y la esmerada atención de sus hermanas , la sobrina Hildita y Darío, que no pudieron suplantar la falta de su madre, la brújula de su vida. Al perderla, quedó desorientado, y no era extraño encontrarlo buscando una media perdida porque se había puesto dos en un pie, mientras velaba la olla para que no se le quemara el arroz, en su afán por concluir el calendario de entrevistas para terminar su libro El Canciller de la dignidad y la posibilidad de realizar juntos una visita a Tamarindo y desandar Las Margaritas y El Cafetal a resucitar muertos con los recuerdos y cuentos del olvido, que por fin quedaría postergada para «el próximo año». Mientras, me brindaba el café que debía hacer yo.

   Su libro y otros proyectos se detuvieron por la fractura de un pie causada por un torpe tropiezo con un hueco de  la acera, cuando salía del periódico, bajo la lluvia, lo que describió en una Crónica del Sábado aún convaleciente, con un  desgarramiento contra la indolencia y el abandono de las calles y aceras de la ciudad. No le faltó la ayuda de Adolfito, Pepe Alejandro, Mayito, Yoel y tan buenos  amigos que nos turnamos para cuidarlo, llevarle de comer y fumar y aliviar a Hildita, Darío y a sus hermanas, mientras convalecía en el Hospital Fructuoso Rodríguez, donde fue operado, hasta que salió para casa de  Hildita, a restablecerse y dejar las muletas que le prestó Moraima, mi mujer. 

   Así, pudo seguir desandando las calles Zaldo y Manglar al salir de los cierres del periódico y llegar a mi casa con dos tragos de menos, evocando a Joaquín Sabina, siempre tarde en la noche, cuando nos reíamos de los mismos cuentos y de alguna Manolada que terminaba cuando le preguntaba qué estaba haciendo y me respondía: «El ridículo.» Nos reíamos y sin muchos ruegos comía, luego se tomaba el café con espuma  y seguía hasta su casa, más allá del Pontón, dejando el cenicero repleto de colillas.

   En Juventud Rebelde se ganó el respeto y el afecto de  los nuevos, admiradores del periodista de visión y agudeza que siempre fue, el merecedor del importante Premio Juan Gualberto Gómez,

protagonista en la Higuera del desenterramiento del Ché y sus compañeros, cuyos hechos vi en  las fotos que me mostró en primicia con el temblor del cigarro entres sus dedos. Cronista de su tiempo que recibía, en el más anónimo silencio, los elogios de los lectores, sin obviar, desde el desvelo y el sacrificio, la puntual atención a sus hijos, desafiando los fines de semana el safari nada hemingwayano de montar un camello hasta Santiago de las Vegas, para disfrutar la alegría de los hijos en los años crudos del Período Especial, cuando su aún más minúsculo y maltrecho Polaquito hecho pedazos, ya pura herrumbre, cabía en la mínima sala de su apartamento en Santa Marta, y la bicicleta sin gomas también se oxidaba en un rincón.

   Contra todas las adversidades, como las goteras en su casa, se sobreponía en la computadora regalada por Ernán hasta que terminó su libro El Canciller de la Dignidad. Así escribía sus programas para Radio Habana Cuba, las Crónicas del Sábado, el cuento El perro y una novela que dejara inconclusa en el disco duro, con el  sugerente titulo del Swing y el libro de Crónica Los niños de la calle, aún sin publicar. Antes que la muerte lo venciera, pidió pase en el Hospital Hermanos Ameijeiras para asistir a la boda de Milena, justo el día que yo debía acompañarlo en su cama de enfermo, lo que me hizo sospechar que nunca se iba a morir.

   La dimensión humana de Manuel la vi multiplicada en las muestras de afecto y dedicación de toda su familia, su última pareja, María Lucía; Pepe Alejandro, Ernán, Noel, Adolfito, Heriberto, Arleen, Polanco y el resto de sus amigos y ex amantes que no logro mencionar, y que colmaron la funeraria y el cementerio. Las palabras escritas por Heriberto y Pepe Alejandro, leídas por Arleen aquella mañana primero de junio, nos hacían creer que era una broma su muerte, por reunir a tantos amigos que todavía lo añoramos, que siempre lo recordaremos diciéndonos, así como si nada, cuando le preguntábamos qué estaba haciendo: «El ridículo»

 La Habana, Junio del 2004

“Todo es música y razón”

 

                                     

 

 

                     Autor: Agustín D. López Guevara

 

 

 

 

Agustín Dimas López Guevara (Ciego de Ávila 25-3-53) Poeta, teatrista y narrador. Graduado de la Escuela Nacional de Instructores de  Arte en la especialidad de Artes Dramáticas. Integró en 1978 el grupo de Teatro “Pinos Nuevos” en la Isla de la Juventud, hasta el año 1989. Cursó adiestramiento cultural en el Instituto de Artes de Moscú. Estrenó en 1984 su obra El grito en el cielo,  y fue presentada en todas las provincias del país. Miembro de la Unión de Escritores  y Artistas de Cuba. Ha obtenido premios Mangle Rojo en los géneros de Cuento y Teatro, así como menciones Nacionales en los Encuentros de Talleres Literarios. Cuentos y crónicas suyas han sido publicadas en la Revista  Signos, y Videncia. Tiene terminado el libro Décimas por decir. Se desempeña como Productor y Director artístico de espectáculos musicales en la Agencia Artística Clave Cubana. Ha realizado giras artísticas por Nicaragua, Italia, Francia, España, Japón, Emiratos Árabes Unidos, Mónaco. Ostenta la Distinción Majadahonda concedida por la Presidencia de La UNEAC la Medalla Raúl Gómez García, el Sello de Laureado, del Sindicato Nacional de la Cultura y el Sello conmemorativo XX Aniversario de ARTEX.

 

adlguevara@gmail.com

Teléfonos: (0537) 204 91 50

 Móvil:    05 2937329

 

                                                      

 

 “La música es más bella que la poesía porque las notas son menos limitadas que las rimas; la nota tiene el sonido, y  el  eco grave, y  el  eco lánguido con que se pierde en el  espacio; el verso es uno, es seco, es solo: alma comprimida, forma implacable, ritmo tenacísimo…”

                      

                                                           José Martí

 

 

 

 

 

 DESDE LO CUBANO

Todo es música y razón en esta Cuba sonera, nos dice Agustín López desde el verso martiano con que titula su valioso decimario, síntesis de dos rasgos esenciales de la cubanidad: la décima espinela y «el arte de bien combinar los sonidos».  

   Sí, a la Isla, que ha recorrido el mundo, desde la segunda mitad del siglo XIX, gracias a su creación musical toda —con su riqueza variopinta en un pentagrama inigualable no sólo en la región—, esa amplia porción de humanidad le ha otorgado un bien ganado lugar por ello mismo.

   Una constelación de compositores y vocalistas de diversos géneros y generaciones han diseminado, de entonces acá, el aire cantabile e instrumental con que han llenado y llenan conciertos y descargas, bailes y fiestas multitudinarias en teatros y plazas, salas y estadios de cientos de ciudades y pueblos.   

   Con décimas que bebieron ya en la cuna la savia más pura del repentismo (de donde le viene la ascendencia hispana, tan fuerte en su Ciego de Ávila natal, combinada con el influjo africano, no menos definitorio en su zona), el poeta homenajea, con la estrofa del pueblo cubano y en un delicioso despliegue imaginero, a diversas figuras de ese acontecer, acaso como recordándonos nombres imprescindibles (Benny Moré, Joseíto Fernández y tantos otros) que, músicos populares de genio impar, también improvisaban, en una suerte de toma y daca inigualable, fusionando de tal manera las dos ricas vertientes que ofrecen, desde lo cubano, una envidiable profusión de talentos.       

 

Este decimario llega, con su frescura y su gracia, otorgadas por su talentoso autor (quien, conocedor a fondo del tema, se desempeña como productor artístico en la esfera musical, desde muchos años atrás), para sedimentar aún más esas dos ricas aristas de nuestra cultura: la décima y la música. Por ello, y por su calidad, le auguro un éxito sin precedentes en la poesía cubana contemporánea.

 

WALDO GONZÁLEZ LÓPEZ

Ciudad, 14 de junio del 2006.

 

 

 

 

 

 

                Dedicatoria:

                A mis padres, porque son

                la suerte de mi existencia.

                A Moraima, mi conciencia.

                A Edgar, mi corazón.

 

 

 

Georgia  (La Anacaona) 

Para Lucía, futura Anacaona

 

De qué modo puedo darte

gracias en verso rimado

por el placer que has brindado

con tu elegancia y tu arte.

Vas entregando tu parte,

por rescatar la memoria

de Anacaona,  una Gloria:

musical renovación,

compases del corazón

la hacen latir en su historia.

Georgina Aguirre González.  (La Habana 19 de enero de 1965) Bajista y Directora

 

 “ANACAONA” fundada por Concepción Castro y sus hermanas, Ada, Alicia, Ondina, Xiomara, Algimira, Emma, Yolanda, Caridad y Olga, el 19 de Febrero de 1932 fue entonces el primer Sexteto femenino de Son, y en 1934 se amplía al formato de Jazz Band y Charanga típica, proyectándose al mundo muy exitosamente  desde los famosos “Aires libres del Prado”. 

Sus continuadoras, las hermanas Georgia y Dora Aguirre músicos de una sólida formación profesional, egresadas del Conservatorio  “Amadeo Roldán” comenzaron a trabajar con algunas de sus fundadoras aun activas a partir de 1983 , bajo la batuta de Alicia Castro, la segunda Directora de la agrupación , alternando con ellas  durante sus primeros años de vida profesional, nutriéndose de toda esta experiencia  hasta la jubilación de las mismas  en Diciembre de  1987, cuando le es entregada la batuta a Georgia Aguirre,  quien  junto a su hermana Dora y  otras jóvenes también egresadas de las escuelas de Arte ,  han sabido consolidar un estilo que combina la tradición con la modernidad, conservando y engrandeciendo la historia de ANACAONA ya con 78  años de trabajo ininterrumpido defendiendo así este patrimonio cubano.

 

 

  Simonet

 

De Camagüey salió un día

para instalarse en La Habana:

atrás quedó la sabana

de su lisa geografía,

pero trajo la armonía

oculta dentro del piano

y al roce de cada mano

el diapasón vibra y crece,

porque el bailador merece

el sabor de lo cubano.

 

 

               II

 

Así de simple y de llano,

sin grandes complicaciones,

va creando las canciones

mientras acaricia el piano.

Y como buen artesano,

arregla cada instrumento

y luego le ofrece al viento

sello en musical derroche,

para que baile la noche

con ritmo en su movimiento.

 

Manuel Perfecto Simonet Pérez (Camagüey 18 de abril de 1961)

 

 

 

     David

 

La Ritmo, que fue la escuela,

para estrenar tu Violín,

fue el principio y nunca el fin

para el músico que vuela.

Despegaste de tu suela,

como una levitación:

La Timba se hizo canción,

desenfado Charanguero

espectáculo cimero

de musical creación.                       

 

Sergio David Calzado Almenares (Ciudad habana 29 de diciembre de 1957)

 

 

                                   

 

          El Tosco

 

Señor José Luís Cortés,

conocido por El Tosco,

hablo de él porque conozco

el gran músico que es.

Su pluma marca un después,

cuando irrumpe con su Banda:

arregla, compone y anda,

con la síncopa encendida,

dándole canto  a la vida,

con NG, la que manda.

       II

El pentagrama se agranda

cuando en la flauta improvisa

y va imponiendo en la prisa

sus notas en cada tanda.

Hace silencio su banda

para  que su genio fluya,

llega el sonido que arrulla,

en la armonía se adentra:

donde la musa lo encuentra                   

con esa pasión tan suya.                   

 

 

José Luis Cortés González (Villa Clara  5 octubre de  1951)

 

 

 

  Juan Formell

 

 

Para hablar de Juan Formell

te presento a Los Van Van,

donde sus notas están

sonando siempre con él.

Con ese sonido fiel

de trombones y violines,

y en atinados afines                    

suena  la Cabeza mala,

como  un  disparo, una bala

hasta que el baile termines.

 

 

            II

 

Y si alguno lo define

con una expresión sencilla,

puede encontrar la semilla

con música que germine.

Mas cuando el siglo termine

su música sigue el viaje,

porque no habrá quien ataje

del pueblo su inspiración,

su motivo, su canción

el medidor de voltaje.           

Juan Climaco Formell Cortina (La Habana 2 de agosto de 1942)

 

 Pello el Afrokán

 Pello con el Afrokán

sacó el tambor de paseo,

mostrándolo en el Liceo

a donde los grandes van.

Pello,  como Gran Sultán,

hizo con cueros un dique

y a ritmo de Mozambique,                      

con las mulatas del coro,

alcanzó el brillo del oro

entre trombón y repique.

Pedro   Izquierdo Padrón (La Habana, el 7 de enero de 1933, la Habana, 11 septiembre 2000)

 

 Lázaro Ross

 

Lázaro, tu  voz divina,

inspiración de los santos,

que llevó el rito en sus cantos

y su canto no termina.

Porque surgió de genuina

dote de Rumba y solar,

con Yemayá desde el mar

dándole notas de cobo,                           

mientras del monte de jobo

Changó lo invitó a cantar.

 

 II

 

Así recorrió el altar

del templo de los Yoruba,

para que el muerto le suba

en lengua por descifrar

una canción para amar

con frases en Lucumí.

Mientras, Lázaro está ahí:

en el toque hecho jolgorio,

cantando su repertorio

para complacerte a  ti.

 

Lázaro Ross (La Habana, Cuba, 11 de mayo de 1925. La Habana, 8 de febrero -2005)

 

Adalberto  (El Caballero del Son)

                  A Manianela Dufflar

 

Adalberto, en su misión,

fundó un día allá en Santiago

a Son 14, fue un mago

en musical creación.

De modo que le dio al Son,

lo que el son necesitaba,

Enramada lo miraba

irse hasta Bayamo en coche

y no durmió más la noche:

la noche con él cantaba.                  

 

 

       II

 

Nuevamente otra escalada,

en  La Habana donde antes

iluminó con brillantes

maestros su musa alada.

Ya El Son de la madrugada

desvelaba a bailadores.

Soneros  y trovadores,

lo nombraron con  razón:

El Caballero del Son,              

un título a sus valores.

 

 Adalberto Cecilio Álvarez Zayas (La Habana el 22 de noviembre de 1948)

“Si me fuera dado un deseo, pediría un pedacito en el alma de los bailadores.
De ser así, habría cumplido un sueño.”
Adalberto Álvarez.

 

                                                 

 

 Silvio

 

Vino desde San Antonio

cuando la Era entró en parto

pero trajo de su cuarto

la guitarra en matrimonio.

Dio al  ICAIC su testimonio

con la experimentación

y se aferró a su razón

para desatar amarra,

afinando la guitarra

con fibras del corazón.

 

          II

 

Pero Silvio en su tesón

soltó sus versos punzantes

una cura sin calmantes:

desangrado corazón.

Cantó con Van Van el son,

elevó su obra hasta el cielo,

despojó del rostro el velo

de la trova adormecida,

y  su guitarra encendida

siguió cantando su anhelo.                                        

 

 Silvio Rodríguez Domínguez  (San Antonio de Los Baños, 29 de Noviembre de 1946)

 

 

Celeste (Para Alejandro Ronda)

 

Celeste Mendoza fue,

no porque lo diga yo,

La Reina del Guaguancó,

así con todo su aché.

La dueña del cabaré,

cuando a la pista salía,

le brotaba Cubanía

con desenfado de Rumba,

mandaba a callar la tumba

y la tumba  obedecía.         

 

 

          II                                                          

 

 

Qué magia la poseía

cuando al canto se entregaba,

la saya larga se alzaba,

y con sana picardía

marcaba el compás, ponía

ese acento de rumbera,

y la rumba entonces era

Celeste con un turbante,

irónica, desafiante,

como si el santo le diera.

 

 Celeste  Mendoza Beltrán  (Santiago de Cuba, 6 de abril de 1930, La Habana 21 nov. 1998)

 

 

        Frank Emilio

 

Frank Emilio, ¡qué  emoción!

Lo conocí  en el noventa

y su encuentro aún me alienta

la bondad del corazón.

El músico sin visión

supo ver en la armonía

que su piano le ofrecía;

no pudo dejarlo atrás

y sacó notas de Jazz

con Latina cubanía.

 

 

       

       II

 

Cuando la musicología

investigue bien su obra

tendrá material de sobra,

para hacer su biografía.

Con esta décima mía,

evoco su afecto humano,

con su pianísima mano,

ofreciendo la amistad.

La muerte, con impiedad

quiso alejarlo del piano.

Francisco Emilio Flyn Rodríguez (La Habana 13 de abril de 1921- La Habana 23 de agosto 2001)

 

Enrique Jorrín

 

En este eterno trajín

del músico por crear,

el Cha, Cha, Cha echó a andar

con el sello de Jorrín.

El bailador tuvo al fin,

el paso que competía,

por el ritmo que ponía

el zapato en el salón:

marcando sin variación

el Cha Cha Cha como guía.

 

     II

 

El género se imponía

como se impuso el Danzón.,

así Lay con La Aragón

también lo cultivaría,

porque  Egües ya quería

estrenar El Bodeguero.

Aunque Jorrín fue el primero,

La Aragón no quedó atrás

y  su baile (Chas, Chas, Chas)

hoy recorre el mundo entero.

 

 

 

Enrique Jorrín Oleaga (Pinar del Río 25 de Diciembre de 1926, La Habana, 12 Diciembre de 1987)

Rafael Felipe Lay Apesteguia (Cienfuegos 17 de agosto de 1927- Cienfuegos 13 de agosto de 1982)

Eduardo Egües Martínez -Richard Egües( Cruces, Las Villas, 26 de enero de 1923 La Habana, 1 de Sep. del 2006)

 

 

Embale 

             (Para mi amigo Pablo Cabrera)

 

Carlos Embale tenía

el sello  del Gran Sonero

como Cuní, verdadero

de gracia y de simpatía.

Desde Piñeiro traía

el tono justo del son,

salpicado por el ron,

para la voz redimirse

y junto con el canto irse

a mostrar su afinación.

 

      II

 

Nos queda la grabación

del repertorio de ayer:

para aquel, que quiera ser,

sonero de corazón,

tiene que aprender del Son

que Embale en su canto deja,

porque el tiempo nunca ceja,

se empeña en borrar su paso,

pero no podrá el ocaso

borrar su voz, nunca vieja.

 

 Esteban Carlos Embale Quesada (3 de agosto de 1923, La Habana 12 de marzo de 1998)           

 

 

 

Carlos Alfonso

   (Para mi hermano, Jorge Arranz)

 

Carlos Alfonso sazona

el Rock con  puro folclor,

dándole un toque mayor

al batá que se emociona,

y cuando su voz entona

evocando a un bravo Oricha,

el bajo se le encapricha

con un grave para Oyá,

entra  Ele, y Yemayá

empieza  a cantar de dicha.          

 

Carlos Alfonso Valdés (Ciudad de La Habana, 10 de Agosto de 1949)

 

 

 

 Chucho Valdés

 

Chucho Valdés, maestría

que implantó con Irakere:

la música que no muere

por su premiada valía.

El registro de armonía,

que Chucho busca en el piano,

le va llenando la mano

de acordes por descifrar,

pone a la gente a soñar

con lo divino y lo humano.

           II

 

El músico soberano,

es  de todos desde Cuba,

sin que la fama le suba

como el humo del habano.

Crea como un gran decano,

con un cuarteto rotundo:

un sonido que profundo,

va  al infinito del alma,

como sembrando una palma

de  música para el mundo.

 

 

 

Dionisio de Jesús Valdés Rodríguez (La Habana 9 de octubre 1941)

 

 

Migdalia ( Para Mansur Nasiri, que se

               deslumbró al escuchar su canto)

 

La  Migdalia Hechavarría 

canta con estilo y arte,

entregando en cada parte

su voz a la melodía.

Esta cantante que un día,

Santiago la vio nacer,

sin duda ha llegado a ser,

una estrella con su canto

y en el altar de su Santo

la gloria la va a poner.                                    

 

         II

 

Porque ella ha sabido ser

Reina del Son y el Bolero,

que con pasión y el esmero

se entrega a  más no poder.

Si le canta a la mujer,

le saca el alma a pasear,

para que pueda bailar,

guaracha, bolero y sones:

por esas y otras razones,

habrá que hacerle un altar.

 

 

Migdalia Belén Hechevarría Almenares (Santiago de Cuba 21 de enero de 1948)

García Márquez, le confesó que atravesó el continente para venir a escucharla al Gato Tuerto.

 

Revé

 

Elio Revé en el Timbal,

las baquetas en la mano,

iba al proscenio liviano

a saludar muy puntual.

Terminado ese ritual

arrancaba el Charangón,

como bala de cañón

sonaba la Orquesta entera,

para que Revé sintiera

estallar el corazón.                                                                  

          II

 

Iba del Changüí hasta el Son,

con un  sello que perdura,

porque cada partitura

se la dictó el corazón.

Su orquesta fue ese fogón,

encendido con su llama,

y  prestó su pentagrama

a tantos músicos nuestros,

que llegaron a Maestros,

hasta premiarlos la fama.                                                                                                         

 

Elio Revé Matos (Guantánamo 23 de junio de 1930, Limonar Matanzas, 23 de julio de 1997) 

 

 

 

 Pacho Alonso

 

Pacho con Los Modernistas,

se lanzó al mundo del canto

y despegó tanto, tanto,

que conquistó nuevas pistas.

Fue noticia en las revistas,

la radio y televisión,

toda una revelación

cantando con Los Bocucos,

luego fueron Los Pachucos

en la cima de El Pilón.

 

                II

 

 

El bolero, su pasión,

para elevarse  hasta el cielo:

y con Niebla del riachuelo

hizo hablar al corazón.

Pacho sigue en la emoción

multiplicada en Pachito,

que está conservando el mito

vivo, de su padre artista:

su orquesta le abre optimista

las puertas para ese rito.

 

 Pascasio Alonso Fajardo (Santiago de Cuba 22 de agosto de 1926, La Habana 27 agosto de 1982)

 

 

 

 Polo Montañés

 

Así, Guajiro, Cantante,

llegó Polo Montañés,

para alumbrarnos tal vez

con su estrella rutilante.

La muerte, en su desafiante

empeño por mutilar,

jamás  podrá silenciar

al artista sin escuela;

porque su canto ya vuela

desde la sierra hasta el mar.                                                             

                 II

De modo que supo dar,

ternura con sencillez,

porque cada canción es

la luz  para vislumbrar,

las lágrimas sin llorar,

del músico sin atril

que pintó el cielo de añil,

y bajó un montón de estrellas,

para cubrirse con ellas

en las puertas del dos mil.                    

 

 

Fernando Borrego Linares, (Pinar del Río 5 de Junio de 1955, Ciudad de La Habana 26 Noviembre 2002)

 

 

Ignacio Villa     (Bola de Nieve)

  Para Waldo González López.

 

¿Pasión, fue Bola de Nieve?

¿En el teclado un poeta?

Su voz grave, voz inquieta

que en el recuerdo me llueve.

Como un delirio se mueve

al piano blanco sentado,

misterio que se ha quedado

intacto en el Monseñor:

evocación al amor

del  eterno apasionado.

 

Ignacio Jacinto Villa Fernández (Guanabacoa, Cuba), 11 de septiembre de 1911 - Ciudad de México, 2 de octubre de 1971), más conocido por su nombre artístico de Bola de Nieve, cantante, compositor y pianista. Se trata probablemente de uno de los más geniales músicos que ha dado  nuestra isla caribeña y un genuino icono de la idiosincrasia cubana.

 

 

Pablo Milanés

 

La trova contigo halló,

un cauce, en nuevo torrente:

con tu verbo diferente

la canción se enalteció.

Tu voz la multiplicó,

con ese acento que manda

a recordarme a Yolanda

para evocar la ternura,

donde el amor que perdura,

hace que el alma se expanda.     
    

 

 Pablo Milanés Arias (Bayamo, 24 de febrero de 1943) 

 

 

 

                                         Kelvis Ochoa

 

                                Gerona, ciudad sureña,

                                oído de tus canciones,

                                caudal puro de emociones

                                para el trovador que sueña.

                                La Isla se hizo pequeña,

                                La Habana te dio cobijo

                                como los padres al hijo

                                las puertas del pecho abre:

                                Habana Abierta, compadre

                                hasta Madrid te bendijo.

 

 

Kelvis Ochoa (Las Tunas, 1973

 

 

 

 

 

 

 

 Matamoros

 

Es el Trío Matamoros

con Cueto, Miguel y Siro,

el pentagrama que miro

por los tres lados  sonoros.

Miguel nos dejó  tesoros

de poéticas creaciones,

guarachas, boleros,  sones,

y paradoja que alegra,

como una lágrima negra

goteando en los corazones.

 

 

             II

 

Multiplicar sus canciones

no ha sido un intento vano

para cantar por el llano,

la loma, por los salones:

tomar en el bar tres rones,

tal bebedor elegante,

brindar por cada integrante

del trío de Matamoros,

todos en el bar a coros:

¿de dónde son los Cantantes?                                 

 

 

Miguel Matamoros (Santiago de Cuba, 8 de mayo de 1894, La Habana 15 de abril 1971)

Siro Rodríguez Furneaux (Santiago de Cuba, 9 de diciembre de 1899.-La Habana, 29 de marzo de 1981)

Rafael Cueto (Santiago de Cuba.14 de marzo de 1900, La Habana 7 de agosto de 1991)

 

 

 

            Benny

 

Cuentan que allá por Cienfuegos,

en el poblado de Lajas,

hizo música en las cajas

de sus  guitarras de fuegos.

Ese prodigio sin egos

se llamó Benny Moré.

De su pueblo salió a pie,

con un pentagrama ausente

y guitarra solamente,

cuando era Bartolomé.

 

 

 

            II

 

Al paso del tiempo sé

que es un acervo su obra

donde cada nota cobra

melodía  que escuché.

Con sus boleros lloré,

casi con el alma herida

por la ausencia, la partida

de aquel amor juvenil

que sigue vivo  y sutil

al escucharte en ¡ Oh vida!.

 

   III                                                           

 

 

Así de simple paisano

creció su genio a la gloria

y en la rueda de la historia,

con su batuta en la mano,

como un símbolo cubano

se hizo eterno surtidor.

Porque música y sabor

nos legó el Benny More,

este Lajero que  fue

nuestro Sonero, el Mejor.

 

 

 

Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez ( Santa Isabel de las Lajas, 24 de agosto de 1919 -  La Habana, 19 de febrero de 1963) 

                                      

 

 

                 

                                              

  Compay Segundo

 

Don Francisco Repilado,

conocido por Compay,       

puso el nombre donde hay

un requinto que ha inventado.

Compositor atinado,

de tradición trovadora:

amaneció con la aurora

musical de su terruño,

y pulseando con el puño

su música dio la hora.   

 

 

          II

 

Sin demora va su tren

de Alto Songo a Mayarí,

no termina el viaje ahí:

dice  adiós desde otro andén,

casi llegando a los cien.

Hizo su viaje de ida,

travesura en su partida

del bardo con su requinto

y de añoranzas lo pinto

inmortal en su otra vida.

Máximo Francisco Repilado Muñoz (El Caney 18 de noviembre de 1907, Ciudad de La habana 14 de julio del 2003)

 

 Rita Montaner

 

En el recuerdo de ayer,

a la Diva  doy la cita

para que aparezca Rita,

Doña Rita Montaner.

Talento que vino a ser

La Única por su estilo,

con un ingenio de filo,

para el canto y la actuación,

mulata de corazón

con ese rostro del Nilo.                                 

 

 

     II

 

Tranquilo quiero escuchar

cuando canta  Mama Inés,

porque se me van los pies

y el alma quiere bailar.

Ahora no puedo parar,

la escucho en El manisero,

me erizo de cuerpo entero

cuando la miro en el cine:

aplaudo su justo atine

bajo la luz de un lucero.

                                                 

 

Rita Aurelia Fulcida Montaner y Facenda (Guanabacoa, 20 Agosto de 1900 – Habana, 17 Abril 1958) 

 

 

 

 César

 

César Portillo, tu Luz,

te acompaña el apellido,

pero más luz has tenido

que el resplandor de una cruz.

Como un proverbio andaluz,

que se me perdió en la infancia,

quisiera encontrar con ansia

dónde está tu amada fiel

¿en esa luna de miel

contigo allá en la  Distancia?

 

 

 

             II

 

 

Ya sé que se escucha en Francia,

New York, Berlin y  Hong Kong,

porque el filin es canción,

vestida con tu elegancia:

si llegaste a esa Distancia,

¿dónde no podrás llegar?

Si aparece otro lugar,

lejos, en otro planeta,

te conviertes en cometa

con tu luz para alumbrar.            

 

 

César Portillo de la Luz (Ciudad de La Habana, 31 de octubre de 1922)

 

 

 

  José Antonio Méndez

 

Cada día en cualquier banco,

del campo o de la ciudad,

tu novia, toda ansiedad

estrenará su amor  franco.

Mientras, en El Pico Blanco,

tu voz ronca y tu guitarra,

en cada noche de farra,

no es una ausencia sin fondo:               

como llegaste tan hondo,

sigues cantando en la barra.

 

 

José Antonio Méndez  García (La Habana 21 de Junio de 1926 -Habana  10 de junio de 1988)

 

Corona

Hoy amanecí contento

pensando en Manuel Corona,

porque su canto sazona

melodía y sentimiento.

Mira que ha soplado el viento

y Longina sigue igual,

Corona la hizo inmortal,

tan argentada, tan suave,

y nadie, ninguno sabe

dónde se encuentra el final.

 Manuel Corona Raimundo (17 de junio 1880  Las Villas  Ciudad de La Habana 9 de enero  1950 )

 

  A Sindo  (Parábola con La Bayamesa)                                                  

 

Sindo con La Bayamesa,

hizo un himno su canción,

porque le dio al corazón

de la mujer entereza.

Con entrañable belleza

la colocó en un altar,

como una concha de mar

que dentro guarda la perla

supo nombrarla y ponerla                                 

en el combate a brillar.                                                             

 

             II        

Cuánta virtud supo ver

oculta en el pecho de ella,

con ese brillo de estrella,

que sale al anochecer.

Paradigma viene a ser

La Bayamesa por tanto,

que se desprendió del manto,

tal doncella adormecida

para pelear por la vida

si agreden su suelo santo.

 

 

Antonio Gumersindo Garay y García, (Santiago de Cuba, 12 de abril de 1867 –Santiago de Cuba  17 de julio de 1968

 

 

    Omara Portuondo 

 

La Diva Omara Portuondo,

más que Diva ella es Divina,

desde el canto cuando afina

su voz adentro, muy hondo.

Ella que surgió del fondo

de aquel cuarteto vocal,

salió a la pista triunfal

impulsada por su estilo,

y el público quedó en vilo

con la  miel de su panal.

 

        II

 

Llegas, Omara, y revela

imborrable tu canción;

con esa sutil pasión:

amorosa, sigue en vela.

Aunque el corazón te duela,

pide el público que sigas,

y en catarsis que le digas

esa canción hecha llanto,

para dar más vida al canto

nostálgico con Amigas.

 

Omara Portuondo Peláez (La Habana 29 de Octubre de 1930) El 5 de noviembre de 2009, la Diva del Buena Vista Social Club, gana el Premio Grammy Latino en la categoría Mejor Album Tropical Contemporáneo, con el album "Gracias", convirtiéndose así en la primera artista cubana residente en Cuba en ganar este prestigioso galardón y recogerlo con sus propias manos. En el disco "Gracias", Omara hace un recorrido por sus 60 años de carrera artística, con participaciones especiales de los cantautores cubanos Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y el brasileño Chico Buarque

 

 

 

Miguelito Valdés

 

Con Miguelito Valdés

cantando con el Casino,

el folclor hizo camino

por su  Babalú  Ayé .

Interpretación que fue,

heredada de su santo,

y que en su voz se hizo canto

pregón  hasta el más allá:

como el Bruca Maniguá

que el bailador gozó tanto.

Miguel Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Valdés Hernández Mr Babalú (Habana,6 de setiembre de 1912-Bogotá Colombia 9 de noviembre  de 1978,),

 

 

Décima con Sentimiento (Para Elena)          

                                  

Elena Burke se fue,

salió volando de El Gato,

para descender al rato

como aroma de café.

En el Bolero se ve

ahuyentando el sufrimiento,

en las ráfagas del viento,

llega al ambiente sonoro:

es  el resplandor del oro

La Señora Sentimiento.

          II

 

Respira, toma el aliento,

canta su voz afinada,

y hace, parada o sentada,

su entrega, su acercamiento:

¿espejismo?, ¿encantamiento?

¿Qué sentir nos deja Elena?,

¿el sentimiento, la pena?

Esta ausencia sin permiso,

concierto en el Paraíso

a donde llega por  buena.                             

 

Romana Elena Burgues González ( Ciudad de La Habana, Cuba, el 28 de febrero 1928- Ciudad de La   Habana, Cuba, 9 de junio de 2002)

 

 

Celina                                        

 

Por un trillo de la loma,

vienen Celina y Reutilio,

con las tonadas de auxilio,

del canto, con otro aroma.

El punto cubano asoma:

Changó bailando con tres,

fusión criolla que es

la mezcla del gran ajiaco:

todos en el mismo saco,

con otro ritmo en los pies.

          II

 

Así conquistó después

con sus cantos otras tierras,

Colombia, valles y sierras

la casaron con el tres.

Hace ancha la estrechez,

cuando a la virgen le canta:

Santa Bárbara levanta

la espada que es de Changó

y el tres le pide al bongó

que acompañe su garganta.

 

Celina González Zamora (Jovellanos Matanzas, 16 de Marzo de 1929)

 

Para Los Vitier

 

Van Sergio y José María

con sus guitarras y  pianos,

componiendo a las dos manos,

cada cual su melodía.

Cuando unen su armonía,

el genio sube con ellos

y en ese mar de resuellos,

pleno de acordes sonando,

van los orichas  dejando

clásicamente  destellos.            

 

 

            II                                                                                               

¿Qué magia, qué fiesta es ésa?  

Tanta gracia en el convite,

partituras de una suite,

en fuga por la sorpresa.

Todo cabe en una pieza,

lo culto, lo popular

cada uno sabe armar

ese  universo sonoro,

buena música que añoro

para escuchar y soñar.

 

 

Sergio Vitier,  (Ciudad de La Habana, enero 18 de 1948)

José Maria Vitier (Ciudad de La Habana, 7 de enero de 1954)

 

 

 

     Rosita Fornés

 

 

Doña Rosita Fornés,

te quiero rebautizar.,

para poderte nombrar:

tu nombre vedette no es.

Tú, la gracia: hoy, después

y tu brillo en  las zarzuelas,

simpatía que revelas

en teatro, T.V y cine,

y si un verbo te define,

con el verso vas y vuelas.

 

 

 

              II

 

Tú,  que abriste una escuela

con el canto, la actuación

y el baile, digo pasión:

todo unido por tu estela.

Tengo los ojos en vela

hace tiempo para ver

qué otra artista pueda hacer

lo que  tú has hecho, Rosita:

esencia,  fuente infinita,

del arte para aprender.

 

Rosalía Palet Bonavia  (11 de febrero de 1923 -New York, Estados Unidos de Norteamérica )

 

 

 

  El Guayabero

 

Tienes la gracia, Faustino,

del doble sentido a tono:

cuando te escucho, razono

 por los senderos del tino.

Trovador en el camino,

haciendo cantos de prisa,

con esa llama que atiza,

haces más grata esta escala,

antes que llegue la pala

con tierra a cubrir la risa.

 

 

 

                II

 

El humor es tu divisa:

la guaracha has sazonado,

para llevar al mercado

más grande de la sonrisa.

Aire puro de esa brisa,

que tal vez Ñico Saquito

te enseñó bien pequeñito

en La loma de la Cruz,

para prestarte su luz,

y hacer con la risa un rito.

 

 

 Faustino Oramas Osorio. (Holguín 4 de junio de 1911  Holguín l 27 de marzo de 2007)

 

 

 

 

 Pancho Amat

 Pancho Amat, con Mangüaré

usó el cuatro y el charango,

en  la cueca, el huapango,

pero con el son, el tres.

Cuando de Güira se fue,

punteando con la pajuela,

anduvo buscando escuela

en las seis cuerdas de Arsenio,

y llegó al nuevo Milenio                                                

montado en un tres que vuela.

                                                 

Leonel Francisco Amat Rodríguez, (Güira de Melena 22 Abril de 1950) conocido como Pancho Amat, es un guitarrista, y tresista. Ha elevado el tres como instrumento de concierto a través de la vinculación de conceptos de música clásica, jazz y aires trovadorescos.

 

 

Isacc Oviedo               

 

Me  exprimo en esta espinela

al máximo la memoria

por  Isaac Oviedo, gloria

de profesor sin escuela.

Que no se apague la vela,

ni el resplandor de su altar,

seis cuerdas para afinar

la evocación por Oviedo,

y ya no sigo, no puedo,

el tres se pone a llorar

Issac Oviedo Oviedo (Matanzas, 6 de julio de 1902. La Habana octubre 1992)

 

 

 

Barbarito Diez (Para Mayra Hernández, por sus

                          atinados consejos)

 

Creó un estilo, tal vez

¿contradictorio?¿inquietante?

Academia de cantante,

firme sin mover los pies,

deja Barbarito Diez,

su voz de cristal, pulida.

Ébano firme, tu ida,

de luto quedó el salón,

porque La voz del Danzón

le dijo adiós a la vida.

 

Barbarito Diez Junco  (Bolondrón (Matanzas, 4 de diciembre de 1909-Ciudad de La Habana, 6  de Mayo de 1995)

 

 

 

 Homenaje al Danzón  

 

Supo alcanzar la excelencia

Miguel Faílde, en partituras

Simpsom, brilló en sus alturas

con melodiosa cadencia,

el ritmo que es toda herencia

va  Rompiendo la rutina.

Con la Emperatriz Paulina

tuvo corona el Danzón.,

Romeu, tecla  y  pasión,

con su piano lo ilumina.                                    

 

     II

 

Irrumpe el danzón camina,

el baile se hace elegancia,

¿llega Una rosa de Francia?

¿ o acaso La Macorina?.

La creación no termina:

Urfé me le pide a Dios,

Fefita (¿a los dos?)

cantar no resulta extraño

¡qué Maravilla, ese Arcaño

con su flauta hace la voz!

     III

 

Sigue el Danzón dando fuete,

desde musical matriz

se anima La Emperatriz

a cantar el danzonete.

Se adueña sin colorete

del baile en cada salón,

y toma tal dimensión

el nuevo ritmo al final,

que en el Baile Nacional

se convirtió mi Danzón.

 

Miguel Ramón Demetrio Faílde y Pérez, creador del danzón, baile nacional de Cuba. (Matanzas 23 de diciembre de 1852,-Matanzas 26 de diciembre de 1921. A sus funerales acudió gran parte de la población Matancera, la blanca y la negra.  

Antonio María Romeu Marrero (Jibacoa, Cuba, 11 de septiembre de 1876; Ciudad de La Habana 18 de enero de 1955)

Paulina Álvarez (Raimunda Paula Peña Álvarez)  (Cienfuegos, 29 de Junio de 1912.Ciudad de  La Habana, 22 de julio de 1965)

Antonio Arcaño Betancourt (La Habana 29 de noviembre de 1911.Ciudad de La habana 18 de junio de 1994)

 

 

 

         Leo

 

Al brazo de su guitarra,

ya no le alcanzan los trastes,

¡Qué dulzura en los empastes

de notas que desamarra!

El pentagrama, su barra,

donde prepara el coctel

musical, que va con él,

mezcla de acordes sonoros,

pedestal de los azoros

atrapados en papel.

 

 

 

        II

 

La batuta, que es el fiel,

código  puesto en tu mano,

vibrando  a la par del piano,

se mueve como un corcel.

La orquesta,  su carrusel,

de estreno en la sinfonía,

se eleva  Leo a la vía

estelar, a lo infinito…

silencio, después el grito,

aplauso de la alegría.                                   

 

 

 

 Leovigildo Brouwer Mesquida  (La Habana 1 de marzo de 1939)

 

 

 

 Lilí Martinez

 

Marcó Lilí con la mano,

un pentagrama armonioso,

notas sacadas del pozo

musical, desde su piano.

Tumbao que mueve liviano,

invenciones de su estilo:

lima para sacar filo

y enriquecer la armonía,

Lilí  marcando la guía

de donde sale ese hilo.

 

Luis Martínez Griñán (Guantánamo 16 de febrero de 1917 La Habana 17 septiembre de 1990)

 

Rubén

 

Rubén González, estilo

de la flor del  Mambo Infierno,

del teclado roce tierno

con sus dedos sacó filo.

No puede quedar tranquilo,

porque su piano lo inquieta,

se casa con la banqueta;

se va al cielo con el piano,

Buena Vista, sin su mano

le dice adiós a un cometa.                                                                   

Rubén González Fontanills  (Santa Clara, 26 de mayo de 1919 - La Habana, 8 de diciembre de 2003 )

 

 

Zenaida  Romeu

 

Proviene Zenaida Castro

de una casta musical,

abeja del colmenal

que deja su miel en rastro.

La Camerata: su astro

donde ha puesto tanto empeño,

hace que despierte un sueño,

escapado del papel,

para que vuelen con él,

libre, sin doma ni dueño.

 

 

Zenaida  Castro Romeu (La Habana 4 de diciembre de 1952)

 

 

Joseíto Fernández  

 

Quise un homenaje hacerle

al  Rey de la Melodía,

pero al ver que no podía

con ese homenaje verle,

decidí el verso tejerle,

casi con el alma afuera

para encontrar la manera,

de abrir su puerta sin llave,

ese misterio, esa clave:

guajira y Guantanamera.

 

 

 

José  Fernández Díaz (Ciudad de La Habana, Cuba, 5 de septiembre de 1908 – Ciudad de La Habana, Cuba, 11 de octubre de 1979)   

 

 

 

 Teresita Fernández

 

Cuando le cantas tus cuentos,

sacas la infancia a jugar

con un barquito en el mar,

soplado por cuatro vientos.

Monja en fuga de conventos,

con guitarra y poesía,

juglar de la fantasía,

mira todo lo que has hecho:

este palacio sin techo

para soñar noche y día.                  

            II

 

El  Parque Lenin crecía

con tus canciones, soñando.

Ibas el verbo estrenando

con breve filosofía…

El poncho que te cubría,

lo sigo viendo en la  Peña,

donde todavía  sueña

el niño que sigo siendo.

De esa brasa voy saliendo,

como carbón de la leña.                  

 

Teresa Fernández (Santa Clara 20 de diciembre de 1930)

 

Ángel Díaz

 

Por el Callejón de usted

verá un Ángel sin angustia

que tiene su Rosa mustia

en un búcaro con sed.

¿Es su novia en la pared?

Soñando abrir el pestillo,

cuando aparezca Portillo,

preguntará por el King

para subirse hasta el ring

del filin los tres,  con brillo.

 

Ángel Díaz (La Habana 23 de diciembre de 1921, La Habana 22 diciembre del 2009)

 

 Sara

Cabe preguntarle a Sara,

¿si la Victoria es un canto,

o es otro modo de llanto

donde el dolor no repara?

De qué modo ella se ampara,

con el arte y la razón,

Preludio, digo Girón,

esta herida sin sutura

porque ni el tiempo le cura

las iras al corazón.                                           

 

Sara Rosa González Gómez  (La Habana 13 de julio de 1951)

 

 

    Noel

 

La perdonaste, Nicola,

pero a ti no te perdono,

esa fuga, este abandono…

¿Cómo me dejaste sola?

Soy tu guitarra, esta ola

hecha espumas en tus playas,

y dondequiera que vayas

mi voz de frágil madera,

encontrará la manera

de llorarte si te callas.                   

 

 Noel Jorge Nicola Reyes (Santa Clara  7 de Octubre de 1946La Habana 7 de Julio  del año 2005)

                        

                                                  

 Equis  Alfonso

 

Resultado de un  despeje,

se desprende de su Clon

¿llega su  Civilización?

Qué  música Equis  teje,

para que el barrio no deje

de cantar como le canta

a otra diosa, otra Santa

que un niño lleva por dentro,

Síntesis sale a su encuentro

 y el niño se le agiganta.

Equis Alfonso Valdés (La Habana 13 de septiembre  de 1972)

 

 

 Amaury (Décima con asonancias)

             Para mi hermana Dania

 

 

Si el calendario tuviera

solo un mes, prefiero abril,

para Amaury, en su febril

ansia de atrapar quimera,

tenga siempre primavera,

donde alimentar la vena:

amor roto, Magdalena,

abril que motivos deja,

suspiro, lamento, queja

donde su guitarra suena.                                

 

 

 Amaury Pérez Vidal (La Habana, Cuba, el 26 de diciembre de 1953)

 

 

     Carlos Puebla 

 

Carlos Puebla, tradición,

compositor de la urgencia,

puebla con la inteligencia,

el timbre suyo en el son.

Canto de aliento, la acción

patriótica que dispara

su canción al Che Guevara,

despedida que es regreso:

la voz dulce de su beso

sembrándolo en Santa Clara.  

 

Carlos Manuel Puebla (Manzanillo, 11 de septiembre de 1917 - La Habana, 12 de julio de 1989)

"Soy del pueblo, pueblo soy
y a donde me lleve el pueblo voy
por el pueblo voy pasando y oyendo sus sentimientos,
los recojo y al momento se los devuelvo cantando”

 

 

Cuní

 

Cierro los ojos si quiero

para verte en mi conciencia

cuando cantas Convergencia

o cantas  El carbonero.

Canta, Cuní, que yo espero

el solo de Chappotín,

nota que sube al festín

sin la mano en la sordina,

Chappotín, Cuní, divina

unión musical sin fin.

 

Miguel Arcángel Cunill (Pinar del Río, 8 de mayo de 1917.-La Habana, 3 de marzo de 1984.)

Felix Chappotín Lage  (La Habana, 31 de marzo de 1909- 21 de Diciembre de 1983)

Arístides Soto (Tata Güines)

 

Tata Güines con sus manos

le puso  nombre a la tumba,

porque su marcha se enrumba

con ritmos afrocubanos.

Llegan sonidos lejanos

que evocan a Chano Pozo,

el Tata sin alborozo

le saca el alma a los cueros,

evocando a los rumberos:

Fifti, Fifti está de gozo.                                        

Federico Arístides Soto Alejo ( La Habana 30 de junio de 1930, Ciudad de La Habana 4 de febrero del 2008 )

 

Barreto

El gran Guillermo Barreto,

maestro en la percusión,

compás en el corazón,

hizo del ritmo su reto.

Así se ganó el respeto

de músicos y cantantes:

por sus conceptos brillantes,

del uso de las baquetas

le puso a estudiantes metas

con sus pailas inquietantes.

                                                                  

 Guillermo Barreto (La Habana, 11 de agosto de 1929 - 14 de diciembre de 1991) 

 

 

Merceditas Valdés

                             (Para  Miguel Barnet)

Quien dijo pequeña Aché

para nombrar tu estatura,

te levantó la escultura

musical de tu bembé.

Tú, granito de café,

desafiante del espanto,

te elevaste tanto, tanto,

que con tres, dulce y divino

quiere escucharte Quirino

llamándolo con tu canto.

 

Merceditas Valdés (Ciudad de La Habana, 24 de septiembre de 1922, Ciudad de La Habana 13 de junio de 1996)

 

 

 

Joseíto González

 

Rumbavana, no eran vanas

las alturas de su sello:

tu piano le dio el destello

para iluminar a Planas,

que cantaba con las ganas

del  sonero, amigo fiel.

Cuerdas de acero y de miel

fundidas con la armonía

de esa orquesta que tenía

contigo su timonel.                                   

                                              

 

Josè Antonio González Sánchez (Matanzas 1 de noviembre de 1940, La Habana 3 de abril de 1997)

 

Muñequitos de Matanzas

            (A la memoria de Virulilla y Saldiguera)

 

Qué lenguaje el de los cueros,

qué misteriosa semilla,

hizo crecer Jiribilla

al alma de los Rumberos.

Gorras blancas de sombreros,

con zapatos de dos tonos

y  pantalones de conos,

de bombacho, blanco dril,

dándole el toque viril

a los rumberos  de tronos

    II

 

Matanzas, tierra de abonos

para rumberos fecundos,

ancestros, crisol de mundos,

de tambores y de tonos,

sonidos que tienen cronos

de africana cubanía

y la genial maestría

de sus toques con los cantos,

hacen bailar a sus santos

la rumba de la alegría.

                                                                

 

Aparecidos en 1952, Los Muñequitos de Matanzas son la más grande formación de rumba de Cuba de todos los tiempos, y desde entonces han seducido con su arte a audiencias de todo el mundo, a lo largo de tres generaciones de músicos empeñados en transmitir y dar a conocer el legado de la música africana en Cuba.  En el año 2001, grabaron varias obras en el álbum “La rumba Soy Yo”, que reunió a los mejores rumberos de Cuba en un disco antológico con el que obtuvieron un Premio Grammy Latino. Los Muñequitos de Matanzas son parte de una leyenda viviente de la música africana en Cuba, y se mantienen apegados a sus raíces.


Armando Romeu

Hizo  escuela en Tropicana

como Director de Orquesta,

cada noche era una fiesta

de la música cubana.

El éxito no lo ufana

porque sencillo era Armando,

que pasó el tiempo buscando

notas ocultas del jazz,

para hallar por fin la paz

con una orquesta sonando.

                   II

 

   Armando Romeu, alcanza

   con su música el stand,

   Maestro de la Jazz Band

   donde su pluma se afianza.

   Los metales, esa alianza

   para sus notas inquietas:

   saxos, trombones, trompetas,

   la síncopa es un festín

   donde Armando, empasta al fin

   los mambos, sus nuevas metas.

 

Armando Romeu González  (Ciudad de La Habana, 17 de julio de 1911 – Ciudad de La Habana 11 Marzo 2002) 

 

 

María Teresa Vera (“El bolero es la banda 

                                     Sonora de la nostalgia

                                     G.G.M”)

 

    Qué añoranza, qué agonía

    dejaste con Veinte años,

    y no encontramos  tamaños

    para medirte, María.

    Trovadora,  todavía

    sigues  cantando tus penas

    porque tu ausencia la llenas

    con otras voces que cantan,

    de modo que te levantan

    al pedestal de las buenas.

 

 

María Teresa Vera (Guanajay, Cuba, 6 de febrero de 1895-La Habana, 17 de diciembre de 1965)

 

   Mongo Rives

 

   La Isla de la Juventud

   ya tiene con Mongo Rives,

   música para que arribes

   al compás de su laúd.

   No hay descanso, ni quietud,

   porque de su herencia parte,

   para convertir en arte

   genuino estilo Pinero:

   Sucu suco, sin lindero,

  llegas con Mongo a quedarte.                                                       

 

Ramón Rives Amador (Isla de Pinos, 9 de febrero de 1929)

 

 

 

 

 Rubalcaba

 

 ¿La Charanga es Rubalcaba?,

¿es un piano con Guillermo?

Armonía, no me  duermo

porque el danzón no se acaba.

Eres una eterna lava

musical que siempre aflora,

donde tu estilo elabora

pasajes que al piano sueña,

para que suene la leña

que rajó La  Ma Teodora.

 

Guillermo González Camejo (Pinar del Río, 10 de enero de 1927)

 

 

Pedro Luis Ferrer

 

Llegas, Pedro Luis Ferrer,

con tu verso y la guitarra,

soltando toda  la amarra

te sueña al amanecer.

¿La Niña mala al crecer

te sugiere nuevos temas,

otros lenguajes, fonemas…

qué cosa es lo que te dice

para que tu genio ize

las velas por donde remas?

Pedro Luis Ferrer  Montes(  Sancti Spiritus  17 de setiembre de 1952 )

 

 

 

Esther Borja

 

¿Cuántos años, Damisela,

te dio de vida Lecuona?

La eternidad que se entona

en el canto de tu escuela.

Y como contigo vuela

hecha la canción un hito,

quiso convertir en mito,

de la lírica, tu voz,

quizás para estar los dos

unidos al infinito.                           

 

 Esther Borja  (Ciudad de La Habana, 5 de diciembre de 1913)

 

 

Yumurí

 

¿Moisés ValleYumurí,

con hermanos hizo fiesta,

unidos por una orquesta

que sigue sonando y

dándole a la clave ahí,

justo el tres /dos que reclama:

mientras Yumurí  nos llama

con su canto: ¡A guarachar!

y toda Cuba a bailar

el son de su pentagrama.

 

Moisés Rafael Valle  Moleiro    (Ciudad de La Habana 29 de Julio de 1964)

 

 

 

 Juan Carlos (El Loco)

 

Al salir de La Revé

dicen que ya estaba loco,

que le faltaba muy poco

para tocar con un pie.

Intranquilo se le ve

con Dan Den, da su respuesta

y parte con esa orquesta

que es su piano sobre rieles

para  hallar todas las mieles

musicales en la fiesta.

 

 

 Juan Carlos Alfonso (Bejucal, La Habana, 30 de marzo de 1963)

 

 

 

 

Frank Fernández

 

El piano es la caja fuerte

que se hace frágil si tocas

porque al rozarlo provocas

el hallazgo de la suerte.

Es un placer siempre verte,

viajando por el teclado,

Chaikovski resucitado

por tus manos de la parca:

y todo su genio abarca

un repertorio elevado.                       

            II

 

De modo que te has ganado

un puesto en el pentagrama,

porque tu talento es  llama

para encender lo apagado.

La música que ha quedado

escrita en notas brillantes,

contradanzas de Cervantes,

Lecuona, clásicos todos,

para encontrarle  acomodos

y darle brillos radiantes.

Frank Fernández Tamayo   (Mayarí, 16 de marzo de 1944)

 

 Pupy

 Pupy  estuvo en la leyenda

de Van Van, desde su piano,

dijo adiós con una mano

y salió a buscar su senda.

Para que nadie se ofenda

quiso hallar su escalafón:

el timbre en su corazón

con estribillo en los coros,

para brotar por sus poros

ritmos de Los que son son.             

Cesar de Las Mercedes Pedroso (La Habana 24 de septiembre de 1946)

 

 

                                                      

 

 Eliades Ochoa

 

Dicen que Eliades salió

de su tierra santiaguera

para cantar  dentro y fuera

que María se pintó.

Así su canto encontró

reconocido homenaje.

La sencillez de su traje,

la guitarra y su sombrero:

la identidad del sonero

con su música en el viaje.                            

 

Eliades Ochoa Bustamante (Santiago de Cuba, el 22 de junio de 1946)

 

 

 Pío Leyva

 

De luto queda Morón,

la música está de duelo:

Pío Leyva  sube al cielo,

pero nos deja su son.

Guarachas con la sazón

bromista de El mentiroso,

que dio ese toque asombroso

cuando sonaba la orquesta,

para alegrarnos la fiesta

hasta el final, sin reposo.

 

 

Wilfredo Pascual Leyva (Morón, 5 de mayo de 1917-  Ciudad de La Habana 22 de marzo de 2006)

 

 

 

          Edesio

 

Busca afanoso las notas

de un pentagrama que sueña,

con la música se empeña

vestido de blanco y botas.

El estilo donde flotas

en cada acorde fecundo

para el cine, a todo el mundo,

llega tu banda sonora

reloj roto de Pastora,

fusión de sello profundo.

 

 Edesio Alejandro Rodríguez Salva ( Ciudad de La Habana 28 de marzo de 1958)

 

 

 

Adolfo Alfonso  (Para Volpino Rodríguez)

 

Adolfo cantaba tangos

y las tonadas guajiras,

para afinarse  las liras

poéticas de otros rangos.

De niño escuchó fandangos,

coplas llegadas de España

y en la intrincada maraña

musical donde creció,

la rima con él halló

el brillo que no se empaña.                                              

 

               II

 El repentísmo es su hazaña,

versos que brotan al vuelo:

la controversia es un duelo

donde el poeta se amaña.

El canto con  rima estaña

y va soldando una idea,

Cuba aplaude y se recrea

con toda su admiración,

y él da a la improvisación

la plena luz de su tea.

 

Adolfo Fernández  (Melena del Sur 8 de Julio de 1924)

 

 

 

Justo Vega (Para Pablo Díaz)

 

Qué elegancia, Justo Vega,

al canto le diste, Justo

para complacer el gusto

con  el arte y con tú entrega.

La décima que me llega

a revivirte en tu muerte,

es el modo de tenerte

del punto como puntero:

destellos de tu lucero

dan claridad para verte.

 

 Justo Vega (Matanzas 6 de agosto de 1909, Ciudad de La Habana 13 de enero de 1993)

 

 

 

  Orlando Valle (Maraca)

 

Irrumpe en el diapasón

Orlando Valle, Maraca,

pone las notas,  les saca

sonidos de Otra Visión.

Descarga de jazz y son,

tropel sonoro innovado,

que con la flauta has logrado

el puente por donde cruza

la música de tu musa,

rítmica del desenfado.                           

 

 Orlando  Valle  (Ciudad de La Habana  5 de septiembre de 1966)

 

 

 

César López                                 

Hallaste el ensamble justo

con el saxo, tu baluarte,

soliloquio de tu arte,

música de fino gusto.

Vas creciendo en el robusto

lenguaje de tu armonía,

acople de melodía

de ritmos y timbres urgen,

cuando de tus dedos surgen

las notas que Dios te envía.

César López Mediano (Camagüey 7 de abril de 1968)

 

 

 

     Pachi Naranjo

 

Tienes  Pachi  en Manzanillo

un piano de pedestal,

con un timbre original

a tu estilo dando brillo,

has desbrozado ese trillo,

para hacer tu carretera,

donde va tu charanguera

orquesta en el largo viaje,

con música de equipaje

para sonar donde quiera.

 

 

Wilfredo Salvador Naranjo Verdecia  (Manzanillo

 

 

 

 

 

        Bobby Carcassés

 

Para nombrarte en inglés,

alguno Showman te dijo,

buscándote un acertijo

definitorio tal vez.

Así, Bobby  Carcassés,

llega tu ingenio inquietante,

de escalas, fuga al instante

fraseando a la par del piano,

donde te brota lozano,

timbero, tu jazz cantante.                                        

Roberto Arturo Carcassés Cuza (Kingston Jamaica 29 de agosto de 1938 )

 

 

 

Issac Delgado

Con N.G en las alturas,

Isaac, sus alas despliega

Su canto a las cumbres llega

con probadas sabrosuras.

Profesor de asignaturas:

pretexto donde se alza,

para el cantante que calza

y llega dando la hora:

la imagen por donde aflora

El Chévere de la Salsa.

 Issac Felipe Delgado-Ramirez) (Ciudad de La Habana,11 de septiembre de 1962)

 

 

 

 

        Trío Taicuba

                       (A Baz, Heriberto y Cataneo)

 

El Trío Taicuba hizo

(Ellos dos  y Cataneo)

la elegancia donde veo

a la trova  con su hechizo.

Porque la armonía quiso

darle un sello a la leyenda,

de modo que el pueblo aprenda,

el sentir de los autores:

van sembrando los cantores

pasiones en cada ofrenda.

                                                                     

 A mediados de agosto de 1947 Alfredo Cataneo Valdez((Matanzas,4 de diciembre de 1916), Humberto Castro Beralde(Ciudad de La Habana, 14 de abril de 1924) y Baz Tabranes Mattar(Ciudad de La Habana 9 de julio de 1922),   hacen su aparición como cuarteto en Unión Radio, con la presencia del músico Evelio Reyes Gavilán.

 

 

 

  Caturla

 

Qué cimiento para verte

hecho música, Caturla,

donde tu presencia burla

la rabia que dio tu muerte.

Y de este  modo tenerte,

Maestro de Sinfonía:

caudal de la cubanía

fundiste con el folclor,

llama de ese resplandor

nos alumbra todavía.        

Alejandro García Caturla (Remedios, 7 de marzo de 1906 - Villaclara , 12 de noviembre de 1940 )

 

 

 

 

  Arnaldo

 

Ya tiene su talismán            

el mulato  aceleraó

porque su canto ha pegaó

como si fuera un imán.

Sus Lucecitas están

alumbrando hasta Ceballos,

donde la luz de sus rayos

le dan música al terruño,

le pone a su estilo un cuño

con el néctar de los tallos.

 

Arnaldo Rodríguez  Romero (Ciego de Ávila 26 de Septiembre de 1974)

 

 

 

 Ricardo Leyva

Leyva tiene en Sur Caribe

música de Credenciales:

melodías con avales,

para que la conga arribe.

Sinfónicamente vive

la corneta con violín,

metales, tambor, festín

en  un diapasón de cuero,

añoranza donde quiero

bailar la conga sin fin.

 

 

Ricardo Leyva Caballero (Santiago de Cuba, 9 de junio de 1959)

 

 

 

 Tito Gómez

 

Con Vereda tropical

Tito Gómez  fue más Tito,

y su canto marcó un hito

con Riverside  musical.

Toda la miel del panal,

que endulzó su melodía

le enseñó la geografía

clara de aquella Vereda,

para  que  su novia pueda

volver si quiere algún día.

 

 

 

 José Antonio Tenreiro Gómez (La Habana, 1920- La Habana 15 de Octubre del 2000)

 

 

 

Beatriz Márquez

 

Qué registro el de tu  voz,

cristal de murano fino,

para  andar por el camino,

musicalísima en pos.

Guitarra, piano, los dos

complementan tu armonía,

para calmar la agonía

juntos,  espontáneamente,

dándole vida al ausente

amor con  tu melodía.

 

Beatriz Márquez Castro  (Ciudad de La Habana, 17 de febrero de 1952)

 

 

                      Homenaje

 

Marta Valdés, Miriam Ramos,

Argelia Fragoso, Vania,

Osdalgia, Haila, con Tania:

Las cantantes que soñamos,

buscando sus cantos vamos

al encuentro de sus voces.

Cada una con sus poses

de magias sin artificio

le dan más luz al oficio

del canto lleno de goces.

 

Juana Bacallao

La noche en La Habana  tiene

 un desenfado con Juana

 porque entre canto y jarana

 La Bacallao se mantiene.

 Ella se engalana y viene,

 con  su verbo de solar,

 manda a su tribu a tocar:

 se desplaza improvisando,

 entre jugando y cantando,

 hace reír y  bailar.

 

Neris Amelia Martínez Salazar (La Habana 26 de Mayo de 1925)

 

 

 

             Changuito

 

Creó una escuela  Changuito

con su paila y las baquetas,

estilo con nuevas metas

de timbalero erudito.

Descarga hasta el infinito

con  virtuosismo afinado,

y todo el que lo ha escuchado

empecinado en su paila,

el alma le vibra y baila

con el ritmo que ha creado.

 

José Luis Quintana Fuerte (La Habana, 18 de Enero de 1948)

 

 

 

    Paulo F.G

 

Cuando salió de Dan Den,

Opus Trece  con Joaquín,

le dio a Paulito por fin

los rieles para su tren.

El canto le fue tan bien

que con la Élite en flor,

vibró la pista en calor

para escuchar sus canciones,

y  le sobraban  razones

a Paulo el sofocador.

Pablo Fernández Gallo (La Habana 11 de enero de 1962)

 

 

           Rojitas

 

Con Adalberto y su son                             

Rojitas, lleno de azoro,

cantó con  su voz de oro

los sones del corazón.

De  modo que su sazón,

de pop, trova y  poesía,

le puso a su melodía

Evocación del ayer

 y empezar a componer

del Caribe su alegría.

                                                                     

Jorge Luis Rojas (La Habana 8 de febrero de 1965)

 

 

 

       Leonel Limonta

 

Limonta el compositor,

con cada tema se  alegra,

pues ya tiene Azúcar Negra,

con su musical sabor.

Empeñado en su labor

de hacer  con letras el canto,

Limonta, sube otro tanto

con cada canción que escribe,

para el bailador que vive

con optimismo y sin llanto.

 

Leonel  Limonta Massó (Santiago de Cuba 22 de Julio de 1954)

 

 

 

 

    Miriam Ramos

 

Si supieras, Miriam Ramos,

las penas que a mí  me matan,

un torbellino desatan

a la voz de tus reclamos.

En el cielo nos hallamos,

sueño que estoy en el cielo

en un eterno desvelo

por tus ojos, tu sonrisa,

y tu voz viaja en la brisa

que te peina el blanco pelo.

 

Miriam Ramos (La Habana, 6 de mayo de 1946.)

 

 

           Liuba

 

 

El canto se hace dulzura

con cada entrega  que das,

subes con talento y más

hasta conquistar la altura.

Suelta  toda la atadura

de las tonadas guajiras

y vuelan libre las liras,

como evocando a Ada Elba,

para que la musa vuelva

a verte cuando suspiras.

 

 

Liuba María Hevia (La Habana, 14 de diciembre de 1964)

 

 

 

Roberto Faz

 

Roberto, con el Conjunto

y la voz inconfundible,

es el sello  irrepetible

que puso su nombre junto

a la estela donde apunto:

lo que perdura en el arte.

Llega la muerte a buscarte

tan insolente y tenaz.

¿Te marchas,  Roberto Faz

¿regresas para quedarte?

 

 

Roberto Faz Monzón  (Regla, 18 de septiembre de 1914-La Habana, 26 de abril de 1966)

 

 

 

Bárbaro Torres

 

Cuánto empeño por sacar

notas desde tu laúd,

para alcanzar la virtud

que te acompaña al tocar.

La escuela, que fue tu hogar,

donde te incitó el abuelo

para elevarte del suelo

vibrando con doce cuerdas

y hoy tu infancia  la recuerdas

en lo alto de tu vuelo.

 

Bárbaro Torres Delgado (Matanzas  10 de abril de 1956)

 

 

Tejedor  (Para Idel y Rolo

 

José “Cheo” Tejedor

le puso nombre al bolero,

mientras canta aún: “Te espero”

esperando por su amor.

Vagando con su dolor,

porque el amor lo traiciona,

con cada bolero entona

una historia pasional

donde lo triste, al final,

con el llanto se perdona.

 

José Tejedor y Sibates  (Ciudad de La Habana, 7 de agosto de 1922, Ciudad de La Habana, 2 de Noviembre de 1991)

 

 

Augusto Blanca

                (A la memoria de Paco Mir)

 

¿Llegó la trova a buscarte

o hallaste la trova solo?

En qué extremo de este polo

te ubico, Augusto, en qué parte.

Sales de Banes,  tu arte,

que es el verso hecho canción,

busca un parque, la ocasión

para evocar la glorieta,

donde sueñas, tú, poeta,

y canta tu corazón.

 

Augusto Blanca (Banes, 24 de julio de 1945)

 

 

 

 David Álvarez   

 

Que sabor le das al son,

David, con juego de manos,

para hacernos más cubanos

con clave en el corazón.

Encontraste la razón

porque tu música llega,

con ese ritmo se entrega

al gusto del bailador,

donde se prueba el sabor

que tu condimento riega.

                                           

 David Álvarez Garrido (Manzanillo 12 de Marzo 1972)

 

 

Gerardo Alfonso

 

Ha visto Sábanas blancas

La Habana, entre sus balcones

y es La Habana entre ilusiones

ciudad de sonrisas francas.

Gerardo, al tiempo le arrancas

la piel que todo lo cubre,

y tu guitarra esa ubre,

que con los dedos ordeñas,

misterios por donde sueñas

cuando el canto te descubre.

 

Gerardo Alfonso (La Habana  1 de Noviembre de 1958)

 

Mayra Caridad Valdés (Cachita)

Al timbre que hay en  tu voz,

¿cuántos matices le das

improvisando en el jazz

para que te escuche Dios?

En un instante veloz,

suena  un arpa en tu garganta:

cada instrumento se espanta,

hace  mutis para oírte

y en el silencio pedirte:

Cántame, Cachita, canta.

                                   

 Mayra Caridad Valdés Rodríguez  (La Habana, 20 de abril de 1956)

 

 

 

 

      Carlos Varela

 

Por suerte, el televisor

que miraste en la niñez,

te vistió la desnudez

afiebrada de tu amor.

Irrumpes  con el verdor,

que le da brillo a tu rama,

y llueve en tu pentagrama

con un lenguaje de nubes:

vuelas a la altura, subes

buscando la luz, la llama.

 

                  

Carlos Varela Cerezo (La Habana, 11 de abril de 1963)

                           

Vicente Feliú

Me puse a buscar el modo

para elogiarte, Vicente,

hice  versos de repente

para unirte con un todo.

Pero no hallé el acomodo

justo  para definirte.

Créeme, quise decirte

que tú canción es un rezo,

el ansia presa de un beso

cuando solo debes irte.

 

 

 

 Vicente Feliú Miranda (La Habana,11de noviembre 1947)

 

 

   Lourdes Torres

 

Cantante, compositora

de añoranzas y de sueños:

Mujeres libres sin dueños

cuando canta usted señora.

El resplandor de su aurora

da destellos  a la hija

y el manto que las cobija

hace de las dos  la luz,

la justa unión de una cruz,

dos cuerdas de una clavija.

 

 

 

Lourdes Margarita Torres Ortiz  (La Habana 29 de abril de 1940

 

  Lázarito Valdés

 

Lázarito, en Bamboleo

le dio a la voz femenina

el tono que al piano afina,

como estreno en un liceo.

En un constante recreo,

entre la timba y la salsa,

el coro  repite y calza

con estribillo de son,

rompe el molde de cartón

y pone su estilo en alza.

                           

Lázaro Moisés Valdés Rodríguez (Ciudad de La Habana 6 de febrero de 1965)

 

Guajiro Mirabal

Cuántas notas has sacado            

de la trompeta, Guajiro.

Cierro los ojos, suspiro

oyendo el solo que has dado.

Con cada mambo, mambeado,

al aire de los metales,

te impones, porque tú sales

con el sonido estelar

que no deja de brillar

con la luz  de tus fanales.

 

Luis Manuel Mirabal Vazquez (Melena del Sur, La Habana 5 de mayo de 1933)

 

 

Juan Kemell

Kemell, fundó La Barriada

y el toque de su trompeta

le puso a la banda inquieta

una escala en escapada.

Una fuga sincopada

digitando en los pistones.

Acompaña las canciones

desde atrás, sin la sordina,

y el bailador adivina

el barrio de  sus razones.

Juan Kemell Barrera Toledo (Sancti Spíritus 6 de febrero de 1964)

 

 

Giraldo Piloto

Llega, Giraldo Piloto,

con Klímax sonando fuerte,

y en cada compás que vierte

arregla un sonido roto.

Allá en el fondo, remoto,

detrás de la batería,

dirige con maestría

este taller que es su orquesta,

para encontrar la respuesta

del ritmo que soñaría.

 Giraldo Piloto Barreto (La Habana 4 de junio de 1962)

 

 

                                       Ibrahím Ferrer

                            Nos dijo adiós Ibrahím

                             se fue  sin su canto, él solo,

                             y El platanal de Bartolo

                             está llorando este  fin.

                             La muerte siempre en su ruin

                             empeño aniquilador,

                             se llevó a este soñador

                            que con las flores hablaba,

                             y con el sueño cantaba

                             junto a Omara, hecho de amor.

 

 Ibrahim Ferrer Planas (Santiago de Cuba, 20 de febrero de 1927- † La Habana, 6 de   agosto de 2005)

 

    Emiliano Salvador

 

Como una antorcha fugaz,

Emiliano Salvador

nos dejó su resplandor

de un interminable jazz.

Puerto Padre no está en paz

porque le falta un hermano,

y hasta el más simple cubano

sabrá que al piano le falta

la escala que vibra y salta

por la ausencia de Emiliano.

 

Emiliano Salvador (Las Tunas, 19 de agosto de 1951- Ciudad de La Habana, 22 de octubre 1992)

 

Juan  Antonio Leyva

Con, Arte Vivo de estreno,

Leyva  descifra la escala

y con acordes se embala

para brillar en su seno.

Mario Daly vio lo bueno

en cada obra que hizo.

Bajo tu cabello rizo,

hay canas sobre las sienes,

haces la música y tienes

el premio que el grupo quiso.

Juan  Antonio Leyva Ordóñez ( La Habana, marzo de 1956)

 

 

 

Ernán López- Nussa (A la memoria de Manuel

                                González Bello)

A  la fiesta de los pianos,

no puede faltar Ernán,

porque de luto estarán

si no los tocan sus manos.

Con los acordes tempranos,

le dio riendas al talento,

y encontró el timbre, el acento

sonando en el jazz latino,

dejando  abierto el camino

con sus descargas al viento.

 

Ernán López Nussa Lekszycki ( La Habana, 10 de septiembre de 1958)

 

 

 

Los Zafiros

 

Ignacio, Miguel, El Chino,

y Leoncio, junto a Galbán,

tocan la gloria y se van

con la gloria a su destino.

Ofelia es el broche fino,

que adorna la Hermosa Habana.

¿Suena una voz ya lejana?

¿De falsete? y dice Aló,

y en el alma nos dejó

el gemir de una campana.

 

 

 

Los Zafiros se conformaron en Cayo Hueso, Ciudad de  la Habana en 1961. Sus miembros fundadores fueron:

  • Leoncio Morúa (Kike)
  • Miguel Cancio (Miguelito)
  • Ignacio Elejalde, con un alto registro como tenor.
  • Eduardo Elio Hernández (El Chino)
  • Néstor Milí Bustillo, como director musical y guitarra.
  • Mas tarde, el guitarrista Manuel Galbán pasa a ser director musical.

 

 

                                    María Victoria

 

                                 La música campesina

                                 estrenó contigo un traje,

                                 para continuar el viaje

                                 del canto que bien afina.

                                 Cuando  la reina  Celina

                                 te oyó cantar, te bendijo:

                                 nadie sabe lo que dijo,

                                 solo su santo lo sabe

                                 para entregarte la llave

                                 que la madre le da al  hijo.

 

María Victoria Rodríguez Sosa (La Habana 24 de Junio de 1968)                                 

 

 

Cándido Fabré

 Cándido, en la Original,

le diste rienda a tu canto

y Manzanillo, por tanto,

te  quiso dar un sitial.

Eres  sonero triunfal,

que improvisas cuando cantas,

en cada canción levantas

clamores de admiración

charangueando con el son

que sale por tu garganta.

Cándido Fabré Fabrè  (San Luis Santiago de Cuba   20 de septiembre del 1959)

 

 

   Santiago Feliú

Has sobrevolado un sueño,

¿ayer, pasado, mañana?

Sabina llega a la Habana

buscándote en este empeño.

Para entonces ya eras dueño

de tus cantos, tus canciones,

palpitar de corazones,

declaración de principios

para que el amor sin ripios

llegue a cantar tus razones.

 Santiago Feliú Sierra (La Habana 29 de marzo de 1966

 

Marta Valdés

El recuerdo por  Guzmán,

Bola de Nieve, o los dos,

paradigmas  que en tu voz

y tu corazón están.

Tú vas, Marta, donde van

los lirismos de tu canto,

amparada por el manto

de tu guitarra sonora.

Sales y ahuyentas, cantora,

los sinsabores del llanto.

Marta Emilia Valdés González   (La Habana, 6 de julio de 1934)

 

Martha Jean- Claude

Martha, trajiste de Haití,

el eco de sus tambores,

la alegría y los amores

para darles vida aquí.

Se te prolongó en Maisí

tu tierra y tu canto unidos,

y volaron de tus nidos

las tradiciones haitianas,

para sentirse cubanas

junto a tus hijos queridos.

 Martha Jean- Claude (Haití 21 de marzo de 1919, Las Habana 14 de noviembre de 2001)

 

 

Pablo Menéndez

 Pablo, con Mezcla, fundió

la música de sus sueños

y puso buenos empeños

con las notas que escribió.

Con Adria y Osamu  halló

nuevos acordes precisos

trova, rock de los hechizos

en su guitarra afinada,

para subir la parada

musical hacia otros pisos.

Pablo Dane Menéndez (Oakland, california, Estados Unidos, 21 de junio de 1952)

 

 

 

Raúl Camay

La voz lírica del Moro

salió cantando de Holguín,

para llegar  al confín

y dar destellos de oro.

Se fue Camay, dijo un coro,

lamentando su partida.

Fue una nota sostenida

que se escapó de su pecho,

salió veloz  por el techo,

como una flecha encendida.

Raúl Camay Zogbe     (Holguín, 13 de Agosto de 1937-Holgüin 28 de Julio de 1991)

 

 

  Roberto Carcassés

La nueva generación,

con Interactivo  emprende,

el taller donde se enciende

la fragua de su fusión.

Roberto, con más razón,

hace más amplio ese trillo

y el coro de su estribillo

con hip hop a lo cubano,

le tiende un puente, la mano

para que Goce el pepillo.

Roberto Julio Carcassés Colón (La Habana 19 de mayo de 1972)

 

 

 

Pedrito Calvo

Tantos años con Van  Van,

Pedrito Calvo, cantaste

que tu presencia dejaste

imantada como  imán.

Unos llegan, otros van

en un andar peregrino.

El canto,  que es tu destino,

te acompaña en cada parte,

y con la voz y tu arte

haces tu propio camino.

 

 

Pedro Aniceto  Calvo  Rojas (La Habana 17 de abril de 1941)

 

Polito Ibáñez

 

Mira que los espejismos

nos confunden las pasiones,

las miradas las razones

y ya no somos los mismos.

Pones al canto lirismos

con empeño renovado,

justo, Polito, has llegado

para entregarnos la suerte,

este placer para verte

con tu canto consagrado.

 

 

Carlos Hipólito Ibáñez Rodríguez (Cienfuegos, Cuba. 29 de Marzo de 1965)     

 

 

Buena Fe

 

Llega Israel con  Yoel,

el dúo guantanamero:

hay que quitarse el sombrero

por su poética fiel.

La trova, el pop, esa miel

con que endulzan las canciones,

abren venas, corazones,

nacen ángeles humanos

y le brotan por cubanos,

con el canto sus razones.

 

Israel Rojas Fiel (Guantánamo, 7 de febrero de 1976)

Joel Martínez Rodríguez (Guantánamo, 1 de agosto de 1981)

A finales de 1999 en su natal Guantánamo, se funda el dúo Buena Fe

 

Moncada

Jorge Gómez, con Moncada

le dio a la tribuna el canto,

y la canción se hizo manto

transparente en la alborada.

El grupo, la gran  morada,

de músicos y cantantes:

los de hoy y los de antes,

que vuelan con alas nuevas

son los disparos, las pruebas

sonoras de mil  instantes.

 

 

 

Jorge Gómez Barranco (La Habana 8 de enero de 1943) 

 

 

 

         David Blanco

 

Sale de Moncada y deja

la trompeta  sin sonido.

El grupo que fue su nido

lo aplaude cuando se aleja.

Laborioso cual abeja,

David, se  impone en su arte:

el rock, el pop, cada parte

de musical desenfado,

hace bailar y ha creado

su  pachanga para darte.

 

David Blanco Ponsoda (La Habana, 10 de febrero de 1980)

 

             

Pérez Prado

 

El Mambo se hizo estrenar

con Pérez Prado, fue moda

y al escucharse fue toda

la sensación al bailar.

Saltó del patio al solar,

del solar a las naciones.

Hizo  latir corazones

al compás del estribillo

y sigue sacando brillo

al bailarlo en los salones.

 

 

Dámaso Pérez Prado (Matanzas, 11 de diciembre de 1917 - Ciudad México, 14 de septiembre de 1989.)                                            

 

 

(El Jilguero de Cienfüegos)

                       (A mi primo el Tite)

 

Para  cantar las tonadas,

 Cienfuegos tiene El Jilguero,

 que al Punto le dio primero

 las claves improvisadas.

 Cantando las carcajadas

 o El punto Camagüeyano

 para hacer el mano a mano

 en dúo junto a Martica,

 y con la gracia salpica

 el puro sabor cubano.

                                                                    

Inocente Iznaga González  (Cienfuegos, 28 de diciembre de 1930

                                                       

 

     Ramón Veloz

 

Tabaco Verde, canción

que en la vega de tu voz

le diste, Ramón Veloz

lirismo en cada ocasión.

El canto, la gran pasión,

en el Guateque de ley:

ella la reina, tú el rey,

Coralia a tu lado entona,

como homenaje a Lecuona,

ese inmortal Siboney.

 

Ramón Veloz  (Habana, 16 de agosto de 1927.-La Habana 16 de Agosto de 1986)

 

 

  El Indio Naborí

¡Qué bien supiste decir

lo que tu padre no dijo!

¿Qué paradoja, acertijo,

Indio pudiste escribir,

con diez alas para ir

al templo de La Espinela?

Ahí permanecen en vela

junto a tu canto, las rimas

desde la altura: esas cimas

por donde tu verso vuela.

 

Jesús Orta Ruiz (La Habana 30 de septiembre de 1922 - La Habana 30 de Diciembre del 2006)

 

 

 

 

Electo Silva

 

La escala en el diapasón

del canto coral en Cuba

hace que tu nombre suba

al podium con El Orfeón.

Orfebre en la afinación

con la orquesta en la garganta:

el coro te mira y canta,

atento te mira el coro:

maestro, puntal sonoro

cuando la mano levanta.

 

Electo Silva Gaínza  (Santiago de Cuba, 1° de noviembre de 1930)

 

Alberto Herrero

La pista, los cenitales

en una cómplice unión,

con tu voz hecha canción

se hace luz cuando tu sales.

Aplaude el público y vales

por ser el rey de la noche

donde tu presencia es broche

que ilumina el Salón Rojo

y el canto. Ese gran antojo

se hace contigo derroche.

 

Alberto Rogelio Herrero Martínez ( La Habana 5 de enero de 1952)

 

 

Félix Baloy

 

Si el Son tuviera apellido

se apellidara Baloy,

el elogio que te doy

lo tienes bien merecido.

Con el timbre sostenido

haces inmortal el Son,

privilegio de tu don,

herencia de los soneros

que te abrieron los senderos

con la voz del corazón.

Félix  Baloy Valdes Austiz (Mayarí - 20 de noviembre 1944)

 

         

       Los Compadres  

 

  Toco el recuerdo y me abres

  una puerta musical

  donde no tiene final

  el canto de Los Compadres.

  Más que hermanos, son los padres

  cantando dichas y anhelo:

  los hermanos Hierrezuelo

  van junto a María Teresa,

  guitarras, voces, fineza

  juntos por el mismo cielo. 

En 1937 Lorenzo conoce a María Teresa Vera con la que hace un dúo por un tiempo. Más tarde, con Compay Segundo (Francisco Repilado), forma el legendario dúo Los Compadres, y más tarde Segundo es sustituido por Reinaldo Hierrezuelo, hermano de Lorenzo, conocido como Rey Caney.

Lorenzo Hierrezuelo La O (El Caney  5 de septiembre de 1907 Ciudad de La Habana 16 de Noviembre del 1993)

Reynaldo Hierrezuelo La O (Santiago de Cuba 30 de diciembre de 1926)

 

 

      Digna Guerra

 

  Con tus manos frente al coro

  atas en el aire notas

  y armónicamente flotas

  para llenarnos de azoro.

  La voces, caudal sonoro

  de una escala con matices

  se nutren como raíces

  con la savia que le riegas:

  así te vemos y llegas

  para hacernos más felices.

 

Digna Guerra Ramírez  (La Habana, 6 de agosto de 1945)

 

 

        Chanito Isidrón

 

 De niño escuché a Chanito

 por aquel radio de pilas,

 mirando triste las lilas

 marchitas de Clavelito.

 Y de aquel vaso bendito

 donde mi abuela rogaba,

 del mismo vaso volaba

 en un misterioso vuelo

 y descalzo sobre el suelo

 junto a Chanito soñaba.

 

Cipriano Isidrón Torres (Las Villas, 26 de septiembre de 1903 Ciudad de La Habana,22 de febrero    1987)

 

 

          El Muso

 

 

 El Muso tiene una musa

 que lo acompaña en el canto

 para que el dios de su santo

 lo guíe por donde cruza.

 Con ron la garganta azuza

 para la voz calentar,

 y cuando empieza a cantar

 el bolero, ya es El Muso:

 parece que Dios lo puso

 con el canto en su lugar.

                                                                          

Rolando Montero Tamayo (Las Tunas 9 de Junio de 1952)

 

 

 Enrique Álvarez

 

 Suena  en la noche un violín

 con charanguero sonido

 y el do con fa sostenido

  hace del baile un festín.

 Busca,  Enrique, en el confín,

 con el arco toca el techo,

  lo pulsa el brazo derecho

para encontrar la armonía:

 Todo es música, alegría

que le brota desde el pecho.

 Enrique Jesús Álvarez Navarro (Camagüey 10 de septiembre de 1952)

 

Pedrito Camacho

Pedrito Camacho quiso

desde niño ser pianista

soñando un piano en la pista

y el sueño tocando hizo.

Pupy, maestro preciso,

lo invitó un día a tocar:

Las teclas, sonoro mar,

sus dedos remos inquietos,

fueron sorteando los retos

y con El Clan navegar.

 

Pedro Camacho Castro (Ciego de Ávila 11 de septiembre de 1981)

 

 

 

     Virulo

 

Virulo, le dio al humor

la música y sus canciones

para alegrar corazones

y espantarnos el dolor.

La risa cual surtidor

persigue insistentemente,

la actuación, el canto un puente

para dialogar cantando

de ese modo cosechando

la sonrisa de la gente.

Alejandro García Villalón (La Habana 5 de  enero de 1955)

 

 

 Kiki Corona

 

La trova tradicional

revive cuando la entona

para que cante Corona

melodioso y musical.

Se afianza como un  puntal

cuando a La Trova da vida

y con canciones convida

a los niños desde el suelo,

en imaginario vuelo

de una ronda en estampida.

Enrique Corona Rodríguez (La Habana 13 de enero de 1960)

 

 

 

 Rolo Martínez

 

Te llega el canto a las venas

con Benny Moré y Cuní,

el son te sale de ahí:

de las raíces más plenas.

Para las fiestas más buenas

si cantas La Ruñidera,

nadie quiere quedar fuera

En casa de Pedro el cojo:

tú complaces cada antojo:

con esa voz de quimera.

 Rolando  Martínez López  (La Habana, 15 de mayo de 1935)

 

 

          Leo Vera

 

Con La Charanga, Irakere

brilló contigo la pista

para llegar a Solista

del canto que nunca muere.

El público que te quiere,

aprecia tu tesitura,

registro de voz segura

tan alta como  tu canto:

que se ha convertido en manto

musical desde la altura.

 

Leucido Vera Rizo (Guantánamo  31 de octubre de 1966)

 

 

 

 

 Raúl Rondón   (El Bardo Camagüeyano)

               Para mi primo Armando López  Rondón   

 

Te pido el verso prestado

para cantar tus tonadas,

amanecer de alboradas

del poeta enamorado.

Vienes  Raúl, a mi lado,

tu canto en mi puerta toca,

donde mi padre te evoca

con rimas desde Morón,

a endulzarme el corazón

con un panal en la boca.

            II

El tiempo es la copa rota

hecho astillas en las barras,

donde sonoras guitarras

rasgan una eterna nota.

Es tu espíritu que flota:

Sigues viviendo en Armando,

como si fueras dictando

un verso sin terminar,

para poder descifrar

este misterio cantando.

 

 Raúl Rondón Castillo (Ciego de Ávila, 22 de agosto de 1922 - Ciego de Ávila, 2 de agosto de 1990)

 

 

 

   Teté Caturla

 

La pista ya no es la pista

cuando sale la Teté

a sonar su chekeré

en un pase de revista.

Todos siguen con la vista

esta fiesta del salón,

mucho más que rumba y son:

es canto para alegrar

hasta que llegue a vibrar

el ritmo  en el corazón.

 

 

Regla Teresa García Rodríguez  (Remedio Las Villas 13 de octubre de 1937)

 

 

 

Alexander Abreu

 

La trompeta se estremece

en la aguda melodía

precisión de la armonía

que en cada compas se crece.

Alexander, tal parece,

ponerle nombre al sonido:

tanto talento ha tenido,

que a logrado a su manera

con Habana de primera

un puesto bien merecido.

 

Alexander Abreu Manresa (Cienfuegos 6 de septiembre de 1976)

 

 

Los Papines

 

Papín, junto a sus hermanos:

Alfredo, Jesús y  Luis,

en la vuelta a su raíz

con el toque de sus manos,

se elevaron a otros planos

con sello de distinción.

La rumba se hizo canción

y la canción se hizo rumba:

Fiesta de canto y de tumba

en  cuero de  diapasón.

 

Ricardo Abreu Hernández “Papín” (Matanzas 19 de diciembre de 1933, La Habana 19 de Mayo del 2008)

 

 

 

     Orlando Laguardia

 

Cuánto de genio y destreza

hilvanas cuando improvisas,

con las palabras precisas

que guardas en tu cabeza.

Laguardia, pura entereza

que en elogios se deshace,

no quiero que el tiempo pase

y el tiempo sigue pasando,

mientras tú me vas bordando

este canto que te nace.

 

Orlando Braulio Laguardia Oramas (La Habana 2 de febrero de 1932)

 

 

 

 

        Clave y Guaguancó

 

Los rumberos  al tocar

La rumba  de la corbata,

como de toque se trata,

hacen bailar el solar.

Saben en el cuero hallar

las voces que guarda el cuero,

y en la leña del madero

Amado,  su clave afina

La rumba que no termina:

Esa es la rumba que quiero.

 

Fundado en Ciudad de La Habana en Noviembre de 1945, por Agustín Pina Sánchez ,-conocido como “Flor de amor”- Agustín Gutiérrez, -devenido bongosero del Septeto Nacional- Mario Alán, Gonzalo Villa, Gustavo Martínez y Gloria Mora. Quiso la vida, que Amado de Jesús Dedeu Hernández, nacido el mismo año en que se fundó  Clave y Guaguancó, se convirtiera en el  director de tan memorable agrupación.

 

 

Amado de Jesús Dedeu Hernández (Ciudad de La Habana 18 de septiembre de 1945)

 

 

Luis Carbonell

 

El magisterio del canto

del maestro Carbonell

viaja en el  piano con él,

cubriéndolo con un manto.

Nadie puede decir cuánto

de genio y dedicación

le ha entregado al diapasón

para formar a cantantes,

y en sus estampas rumbeantes

hecho  un mago en la dicción.

 

Luis Carbonell Pullès (Santiago de Cuba, 26 de julio de 1923)

 

 

 

                                       Isolina Carrillo

 

                                  Aun  perfuman tu jardín

                                  Dos Gardenias, Isolina,

                                  y ese aroma no termina

                                  porque nunca tendrá fin.

                                  En armonioso festín

                                  la trova viste tus galas,

                                  y se escuchan en las salas

                                  los trovadores bisoños,

                                  como encendidos retoños

                                  para volar con tus alas.

 

Isolina Carrillo Díaz  (La Habana, 9 de diciembre de 1907 - 21 de febrero de 1996)

 

 

Pachito Alonso

 

Pachito, en fa, con su don

se renueva con su empeño

para darle vida  al sueño

de Pacho con su Pilón.

La música es su razón

que desde el pecho le agita,

cuando el bailador palpita

cantando sus estribillos

los grandes y los chiquillos

hacen la Habana Chiquita.

Longino Rey Alonso Castillo (Santiago de Cuba, 6 de enero de 1955)

 

 

 

            Haila

 

De paso por Bamboleo

irumpe Haila en la escena

y deja la noche  plena

de luces donde la veo.

Azúcar Negra, deseo

de ampliarse en el horizonte.

Afinación de sinsonte,

Haila, en su canto despega,

y en cada actuación entrega

el fino rumor del monte.

 

Haila María Mompie González (Las Tunas, 28 de enero de 1974)  

 

 

 

                                         Elito Revé

 

                                  Elito, en el Charangón

                                  que hereda al morir su padre,

                                  con cada tema le abre

                                  la puerta a la tradición.

                                  Con  virtuosismo y tesón

                                  funde el Changüí con el Son,

                                  Fresquesito punto com,

                                  nos entrega su disquera

                                  para que baile cualquiera

                                  desde Cuba hasta Japón.

 

 

 

 Elio Revé Duverger (La Habana 25 de Octubre de 1963)                     

 

 

 

                                         Guido López- Gavilán

 

                                    Por la oculta sinfonía

                                    que estremece su interior

                                    hizo el concierto mejor

                                    cuando a Teresa se unía.

                                    Con los hijos: ¡la alegría

                                    desborda su  diapasón!

                                    sinfónica anunciación:

                                    Música Eterna, el escudo

                                    donde el pentagrama pudo

                                    latir  en su corazón.

 

 

Guido López - Gavilán del Rosario (Matanzas 3 de enero de 1944)

 

 

 

                                      Yoruba Andabo

 

                                      ¡Ay los rumberos de ayer!

                                    ¡Chavalonga!: llamo yo,

                                     Yoruba Andabo llegó

                                     para hacerte estremecer.

                                     María Belén, venme a ver,

                                     El Callejón de los Rumberos

                                     es la fiesta de los cueros,

                                     Chano Pozo está en Belèn

                                     reviviendo el Blem blem blem

                                     para el dios de los guerreros.

 

 Director MATIAS GEOVANI DEL PINO RODRIGUEZ)Ciudad de La habana, 24 de febrero de 1942

Hace su debut el 24 de septiembre de 1985 en los Jardines de la UNEAC para dar inicio a la Peña del Ambia   

 

 

                                   Fernando Álvarez

 

                                 Tu trayectoria Fernando,

                                 es una banda sonora

                                 y el enamorado llora

                                 cuando te escucha cantando.

                                 Con  el bolero marcando

                                 el tiempo en conversación,

                                 dando aliento al corazón,

                                 un consuelo a los amantes

                                 para acercar las distantes

                                 discordias de la pasión.

 

Fernando Álvarez (Santiago de Cuba, 4 de noviembre de 1927-Ciudad de  La Habana, 22 de agosto 2002)

 

 

                                      Marta Campos

                                 Después de tanto trovar

                                 quiso dormir con la luna,

                                 para encontrar su fortuna

                                 en el cielo al despertar.

                                 Mulatame en tu cantar

                                 con la negra alborotá.

                                 Arroyo que siempre va

                                 haciendo espuma en la roca,

                                 risa cómplice en tu boca

                                 misterio de Yemayá.

 

Marta Isabel Campos  Morales (La Habana 7 de marzo de 1954)

 

 

 

                                        Anaís Abreu

 

                                 Desde el Coro Nacional

                                 brota tu voz Anaís,

                                 por la fecunda matriz

                                 del  acervo musical.

                                 Este inicio sin final

                                 hecho de filin,  bolero,

                                 es tu camino, el sendero

                                 donde tu ilusión se inspira:

                                 desde el piano que te mira

                                 como tu fiel compañero.

 

Anaís Abreu Rodríguez (Camagüey, 8 de mayo de 1958)

 

 

                                           Jesús Ortega 

 

                                  Ya novio de la guitarra

                                  Jesús Ortega, se casa

                                  y del puente, al brazo pasa

                                  sus dedos atando amarra.

                                  Con  Tres preludios se agarra

                                  desde el pentagrama en clave

                                  y exprime el sonido grave:

                                  Puntos para evocaciones,

                                  encuentra las seis razones

                                  afinando cada llave.

 

 

Jesús Ortega Irusta (Ciudad de La Habana, 15 de septiembre de 1935)

 

                                 Descemer Bueno

 

                             Cuando quieras se feliz,

                             nadie detendrá El Carro,

                             y a cada acorde me agarro

                             con el bajo a tu raíz.

                             En el musical tapiz,

                             de Yerba Buena a La Habana,

                             Havana Blues, vence, gana

                             banda sonora del cine,

                             ojalá que no termine

                             la música que te hermana.

 

Descemer Bueno  Martínez (La Habana, 5 de Julio de  1971)

 

 

                               Francis del Río

 

                             Consígueme el  girasol

                             que en tu voz se hizo pregón,

                             préstame tu corazón

                             sincopado en si bemol.

                             Ya con tres grados de alcohol

                             quiero que no cierre el club,

                             escucharte a plenitud

                             sin nostalgias en el pecho:

                             que rompa la luna el techo

                             y brinde por tu salud.

Francis del Río Rivero ( Río Cauto, Granma,   13 de Agosto de 1965)

 

 

                              Mario Rivera (Mayito)

                           El templo de los soneros

                           te abrió las puertas del canto

                           para que tu Orischa santo

                           te ponga entre los primeros.

                           Los instrumentos de cueros

                           percuten en tu garganta:

                           la rumba que nos levanta,

                           el son que aflora en tu voz:

                           ni clonándote habrán dos

                           con la garra que te imanta.

Mario Enrique Riviera Godínez (Pinar del Río 19 de enero de 1966)

 

 

 

 

                                    El Indio

 

                            Cantando con La Aliamen

                           “El Indio” Sixto Llorente,

                            fue aplaudido por la gente

                            que siempre le quiso bien.

                            La música en su vaivén

                            al Trabuco lo montó,

                            marcó distancias, brilló,

                            revivió La Sabrosona

                            y el Son del Indio, sazona

                            con el grupo que fundó.

 

Sixto Llorente Terry (Las Villas 28 de Marzo de 1948)

 

 

 

                         Rey Montesinos

 

 

                           Con tu eterna compañera

                           entre arpegios cada noche

                           les das al bolero broche

                           con tu estilo, a tu manera.

                           Cada cantante quisiera

                           que tu le acompañes Rey,

                           para sentir el okey

                           tan preciso en la armonía

                           como orquesta en sinfonía

                           usted , maestro de ley.

 

 

      Reinaldo Montesinos Muñoz (Pinar del Río, 23 de agosto de 1944)

 

 

 

                                      Augusto Enríquez

 

                          El canto que es tu camino

                          con afinados matices

                          se nutrió de las raíces

                          de nuestro acervo divino.

                          Tu atinado y gusto fino

                          cuando al Benny interpretas,

                          son destellos de saetas

                          que al escenario ilumina.

                          Tu canto que justo afina,

                           le pone a la pista metas.

 

Augusto Enríquez Hernández (La Habana 12 de agosto de 1961)  

 

 

                          Alexís Díaz- Pimienta

                          Que la salud te persiga

                          como el verso a tu palabra

                          y que la dicha te abra

                          la puerta y que te bendiga.

                          De modo que tu voz siga

                          dándole brillo y linaje;

                          octosílabo equipaje

                          que en la espinela persigo:

                          se va la rima contigo

                          en interminable viaje.

 

 

 

 Alexís Díaz- Pimienta (La Habana 25 de agosto de 1966)

 

 

 

                                  Telmary

 

                       El rap contigo destella

                       en  poético lenguaje

                       se viste con nuevo traje,

                       la escena se hace más bella.

                       Del rap te vuelves la estrella,

                       Telmary, sueño y desvelo

                       cuando tu voz alza el vuelo

                       urgida del  frenesí,

                       la mulata que hay en ti

                       me guiña un ojo del cielo.

 

Telmary Díaz Fernández ( Ciudad de La Habana, 10 de marzo de 1977)

 

 

                              Yusa

 

                         Cuanto virtuosismo Yusa

                         al tres, la guitarra, al piano,

                         la percusión que en tu mano

                         le marca el ritmo a tu musa.

                         Mientras el bajo rehúsa

                         a dejar de complacerte

                         y en cada nota se advierte,

                         que eres una eterna fiesta

                         con tu musical respuesta

                         hecha fusión para verte.

 

 

Yusimil  López Brindon (Ciudad de La Habana 24 de septiembre de 1973)

 

 

 

                               Enrique Lazaga

 

                          No podría ser  menor

                          la percusión de Lazaga,

                          mientras con el güiro haga

                          un timbre con  más sabor.

                          El cadencioso rumor

                          de las maracas, el güiro,

                          con la clave dan el giro:

                          sonorísimo compás,

                          y la orquesta empasta más

                          al ritmo mientras te miro.

 

Enrique Lazaga  Varona (La Habana 13 de abril de 1939)

 

 

 

                                  David Torrens

 

                       El pop viste la fusión

                       de irónica melancolía,

                       rasgando con tu armonía

                       las cuitas del corazón.

                       Quién se perdió la ocasión

                       para ovacionarte así:

                       los de allá, o los de aquí,

                       de verte en el escenario

                       angelical, temerario:

                      ¿a ver quién me quiere a mí?

 David Torrens  González (La Habana, 8 de noviembre de 1966)

 

 

                                  Roberto Fonseca

 

                      De arriba - abajo el teclado

                      palpita con su armonía

                      para darte la alegría

                      del pentagrama soñado.

                      Qué temperamento alado

                      le da riendas al compás,

                      para que fusiones más

                      tu música magistral;

                      desde el sonido ancestral

                      hasta tu soberbio jazz.

 

Roberto Alain Fonseca Cortés (Ciudad de La Habana, 29 de marzo de 1975)

 

 

 

                  Angá             

 

En el cuero de las congas

escribió el sonido Angá

y en cada toque estará

cuando las manos le pongas.

 Las descargas se hacen longas

al despedir al rumbero:

Percute  tan duro el cuero

que hasta Chano,  se despierta

y el Tata, sonrisa abierta

dice que Angá es un lucero.

 

 

Miguel Aurelio Díaz Zayas (Pinar del Río 15 de junio de 1961   Barcelona 9 de agosto del 2006)

 

 

 

 

                            La Diva de la campiña

 

                      María del Carmen, divina;

                      de tu imagen voy sujeto

                      mientras me cantas El reto

                      en la fiesta campesina.

                      Pestañazo en la neblina,

                      tonadas de mis antojos;

                      pulpa de tus labios rojos

                      endulzan hasta la piña:

                      La  Diva de la campiña

                      se quedó presa en mis ojos.

                              II

 

                       La decima se engalana

                       cantando María del Carmen,

                       y en la controversia arden

                       las rimas con la jarana.

                       Desde el monte a la sabana

                       toda Cuba te ha escuchado

                       y el titulo que te han dado

                      ¡La Diva de la campiña!

                       es el premio de una niña

                       que no olvida su  pasado.

María del Carmen Prieto Cepero (Matanzas 23 de abril de 1946)

 

Agustín Dimas López Guevara

La Habana 2003

adlguevara@gmail.com

 

 

El muerto vivo


Agustin Dimas López Guevara

 

 

Después de haber realizado las más disímiles labores para ganarse la vida, encontró  a los 60 años el oficio que debió ejercer siempre. Quizá no hubiera llegado con tantos achaques  y dolores en los huesos, a este nuevo oficio, que lo ha hecho rejuvenecer y darle una nueva dimensión a su vida, aunque los años son los años,… pero desde el primer día en que entró solo a la sala de preparación, con el sabor a café aún en la boca y con el cigarro colgando del labio, se sintió anestesiado por el olor a formol que invadía el local  y se dirigió con pasos resueltos a la camilla  donde yacía  un cadáver con toda la palidez de la muerte en la piel.. Lo observó detenidamente buscando mentalmente darle color a la mascara pálida de aquel rostro inexpresivo, para acercarlo al mundo de los vivos y humanizarlo con colores. Así con una serenidad, como si hubiera hecho lo que tenía que hacer durante toda su vida, revisó sobre la meseta de azulejos el neceser manchado de polvos y pinturas labiales. Buscó los potes de polvo y los colores de creyón que le parecían más apropiado para la preparación del cadáver que esperaba con toda la calma que da la muerte a que lo maquillaran y vistieran, para ser expuesto en el ataúd y los familiares y amigos pudieran contemplar a través del cristal, con miradas contemplativas, la última imagen que a fuerza de maquillaje alcanzaba una dimensión  casi real , al espantar el rictus de la muerte y  poder escuchar, entre los sollozos de los dolientes aquellas palabras que le dieron el verdadero sentido a su trabajo:  - Parece que está dormido.

Y ese elogio que escuchó por primera vez de boca de un familiar cuando le mostró el cadáver recién maquillado,- que no iba dirigido a él, sino en un dialogo sin respuesta con el difunto,- avivó de tal modo su entusiasmo que trascendió las barreras de un oficio mal mirado, y mal pagado, de modo que puso todo su empeño por darle a los difuntos la apariencia más viva y se esmeraba de tal modo en sus tareas que se agenciaba maquillajes y útiles apropiados, para con una dedicación de tarea escolar se aferrará a los rostros sin vida de los difuntos, solicitando a los familiares fotos recientes de los fallecidos, para con el arte de sus manos darle la expresión más cercana. Así logro relacionarse de tal modo, que se sorprendía conversando con los muertos, como si estuvieran en una barbería o un salón de belleza. A tal punto estaban sus relaciones que los muertos llegaban en ocasiones a responderle y a expresarle que la cara de los vivos le parecían tan  pálidas y desencajadas en las largas horas de vigila en las funerarias, que bien se merecían un maquillaje, para estar a tono con los difuntos. Y se reía cuando más de un difunto hablando de estos temas le comentó que el mundo de los muertos es más interesante y reservado que el aparatoso mundo de los vivos.

Fue así como empezó a doblar turnos de trabajo y prácticamente hizo de la funeraria su casa, donde le daban el café gratis y los cigarros no le faltaban por la bondad de los dolientes, así como una remuneración que le dejaba caer en el bolsillo de su bata verde los mismos dolientes, que aportaban prótesis y pestañas postizas para el acabado de su trabajo. Mientras los mal intencionados y  jodedores  de lo servicios necrológicos  le empezaron a llamar a hurtadillas “El muerto vivo”, y él , entre el humo del cigarro se quedaba sentado en el sillón de aluminio, meditando el modo de maquillarse el mismo el día que la muerte se apareciera a buscarlo, para unirse a la caravana interminable de viejos amigos difuntos,  a los cuales le enviaba saludos casi a diarios y tenía que recurrir a su gastada libreta de apuntes para recordar el nombre de todos,  pues  era una amistad fugaz que duraba el tiempo necesario del maquillaje y alguna que otra vueltecita la sala, mientras esperaba un nuevo arribo de la morgue,  de medicina legal o un despacho directo del hospital con todos los requisitos certificados de muerte. Así en la sala le echaba  su mirada cómplice a través del cristal y podía percibir la sonrisa dibujada en los labios del difunto y le susurraba como un rezo el último recado para el anterior difunto.

 La Habana 22 de septiembre del 2005            

 

 

El Cuentero Mayor


Agustín Dimas López Guevara.

 

En la década del sesenta, con el asombro campesino, habanizado y  un barniz de lecturas, descubro la obra de Onelio Jorge Cardoso, cuando ya era considerado El Cuentero Mayor.

   Comienzo paradójicamente a identificarme e identificar personajes de sus  cuentos, con conocidos que dejé allá en el campo. Tal parecía que era yo el niño ingenuo y asustadizo cuando leí Taita diga usted como, pidiéndole al padre espantar el caballo encabritado o el gallo erizado cuando en sus desenfrenos sexuales querían subirse sobre la potranca de mi tío Federico o la gallina enana de mi abuela Fidelina en aquellos primeros descubrimientos en el campo.

   De modo que me adentré en la obra de Onelio, hasta casi saber de memoria sus cuentos. Así, aquel estudiante de la Escuela Nacional de Instructores de Arte, en la especialidad de Teatro, halló otra dimensión más amplia al interpretar al padre de  Visia, en una adaptación  de Pedro Ángel Vera, que estrenamos en el Teatro Miramar en el pase de año del curso 1974.

   Influido por la obra de Onelio, comienzo a escribir mis primeros cuentos, al amparo de los Talleres literarios y sus encuentros debates, donde obtuve menciones y premios y, además, la suerte de conocer a los entonces jóvenes creadores: Senel Paz, Miguel Mejides, Norberto Codina, Paco Mir, Efraín Morciego, los hermanos Doblado, Roberto Manzano… Pero, sobre todo, a los ya consagrados Félix Pita, Eliseo Diego, Dora Alonso, Samuel Feijóo (quien tuvo la gentileza de publicarme mis viñetas en la revista Signos), Raúl Ferrer, El Indio Naborí, Adolfo Martí, Manuel Cofiño, Enrique Cirules, Sergio Chaple, Raúl González de Cascorro,… hasta llegar a conocer en el 78  a Onelio, con el que entablé una relación de amistad casi paternal que perdura después de su muerte.

   Ese año, presidí la delegación Artística de la recién nombrada Isla de la Juventud, al XI Festival Mundial celebrado en La Habana y asistí a un conversatorio en el Centro Internacional de Jóvenes Artistas (CIJA, que sesionaba en el edificio Central de la Dirección General de Escuelas de Arte, antiguo Country Club), donde Onelio Jorge tendría un encuentro con los creadores. De modo que fui uno de los primeros en ocupar asiento en el salón que se abarrotó a la espera, hasta que llegó El Cuentero con su guayabera blanca, sus espejuelos bifocales y su calva inconfundible, acompañado de Cuca.

   Con una voz susurrante que denotaba nerviosismo, pidió disculpas por la demora como un estudiante cuando entra tarde a clases. Enseguida lo acosaron a preguntas y él respondía, mientras fumaba y trataba de pastorear su nerviosismo, ocultando casi con los puños cerrados sus uñas carcomidas y yo, inconciente, evocando como una asociación, el cuento El Pavo, que escarbaba con las uñas cenizas y corvas los bulbos de las brujitas en el jardín: lo único feo que tenía el pavo, porque el plumaje era un abanico de vitral tornasolado que hacia desvariar cuando se pavoneaba. Por iniciativa propia o como homenaje a Cuca, leyó Francisca y la muerte.

   Luego de las opiniones, mientras bebía un vaso de agua, le pedí que leyera Abrir y cerrar los ojos, pero se excusó: había hecho un viaje desde Lima (donde ocupaba el cargo de Consejero Cultural) y del aeropuerto vino a cumplir este compromiso con la Juventud. Nos dijo que estaba muy agotado, y otra vez percibí en su voz una disculpa sentida, mientras aplaudía como todos aquella tarde de Julio.

   Pero al final mientras se despedía, casi confidencial, me preguntó por qué quería escuchar ese cuento, le dije en el apuro, mientras le daba la mano despidiéndolo, que el personaje del  cuento sería inmortal, por esa facultad mágica de trasladarse en el tiempo con solo cerrar los ojos. No sé cómo me presentó a Cuca con un entusiasmo que me pareció como si los conociera de toda la vida y, casi como una recompensa, me dio su número de teléfono para que lo llamara y en otra oportunidad leerme el cuento.

   Esa tarde le di la noticia a mi mujer: «Onelio me dio el número de teléfono de su casa, para que lo llame y poder visitarlo.» Mi mujer, con nuestro hijo de dos meses en sus brazos, me advirtió, como para corregir mis impulsos afectivos, que esperara unos días por favor.

   De modo que al tercer día la ansiedad me lanzó al teléfono y llamé con la buena suerte que me sale Onelio, me identifico, y me pregunta que si puedes venir ahora, que anote la dirección. Le digo que sí, voy para allá; oigo mientras le dice a Cuca que ponga la cafetera porque viene visita.

   Recuerdo que llegué por el amplio pasillo y allá, en el fondo parado en el balcón, estaba esperándome para indicarme que subiera por la escalera de la izquierda hasta el segundo piso en la puerta verde.

   Aquella  noche no me leyó el cuento, pero hablamos del campo, las costumbres, la familia, los libros, la pesca (ese divertimento que nos hizo entrar en comparaciones hasta que un día me convenció de que a él le gustaba más que a mí), los amigos, la ausencia de Tabío (el fotógrafo que lo acompañó en sus búsquedas periodísticas), de Raúl Ferrer. De él me contó, cuando, allá en el central Narcisa y el día que lo invitó a su escuelita: A un alumno que se había comportado indisciplinadamente, lo metió en el excusado y se oían  gritos  y unos golpes hasta que, asustado, corrió a persuadirlo y encontró a Raúl, dando golpes contra la pared y el muchacho fingiendo que era a él a quién golpeaba. Raúl le confiesa que era una estrategia para que el resto de los muchachos lo respetaran, pues tenía alumnos en cuarto grado con bigotes.

   También me habló de su amistad con el Indio, Dora, Félix Pita, Eliseo... (A todos luego tendría la oportunidad de visitarlos, conocerlos de cerca, establecer amistad y corroborar el afecto sincero hacia Onelio.) Entre tazas de café, cigarros y la presencia de Cuca, nos dio la una de la madrugada, lo que se repetiría durante muchas noches en varios años, cuando me acompañaba a casa en su carro a pesar de mi insistencia por marcharme temprano.

   Para esa fecha ya me había convencido de que a él la pesca le fascinaba más que a mí. Me confesó, con ese gesto típico que ha quedado en fotos y caricaturas: su mirada fija y por encima de los cristales, mientras me escudriñaba con una certeza que no admitía réplica: «No te puede gustar más que mí, porque el primer pargo que pesqué allá en Matanzas, se me  pudrió en la mano de enseñárselo a la gente.»

   Así, en esas conversaciones (en las que a veces mi mujer dormitaba en la sala, porque Cuca se entretenía en el cuarto o la cocina), nos fuimos bebiendo poco a poco como un purgante, una botella de un coñac Armenio (hecho con  ajíes, que bautizó con el nombre de Sofrito), regalo de uno de sus viajes por la antigua Unión Soviética. 

   Me habló de Vasil Popov y las Cuitas del corazón y su temprana muerte, de su encuentro con Juan Rulfo, allá en el D. F., de lo mucho que le gustó el cuento Lubina. También de la obra de Guimaraes Rosas y El gran  sertón vereda, mientras con palabras proféticas, sentenciaba: «Yo me acuerdo de las cosas antes que pasen.»

   Asimismo, de su amistad con el otro Juan (Bosch), que me llevó a conocer en la  residencia de Siboney,  luego de cumplir los rigores de Seguridad. Nos recibió el dominicano alto, delgado, canoso, con unos lentes montados al aire, una sonrisa afable, y se abrazaron dándose palmadas afectuosas los dos con guayaberas.

   En la terraza nos acomodó, nos brindó Ron Cacique y tabacos cubanos que degusté como un fumador empedernido y un bebedor entrenado, mientras atento escuchaba la conversación sobre libros, escritores y otras historias contadas magistralmente por el ex presidente y escritor (que trataba a Onelio como a un hermano) y éste, con su cigarro en la mano, lo tuteaba como a un muchacho.

   Hablaron de Joaquín Gutiérrez, Puerto Limón y La hoja de aire. Onelio me pidió: «Agustín, recuérdame el libro para que lo leas” Joaquín se le había dedicado. Maravilloso libro que recogí en su casa ese mismo día y leí con avidez recordando a Juan Bosch, cuando hablaba de su historia. Aún recuerdo que más o menos empezaba así: «Hay quien se enferma del corazón, la próstata o los riñones, yo me enfermé de eso, de pensar, de recordar.»

   Luego, cometí el error de prestarle el libro a Ramón Fernández Larrea y nunca más supe de él ni de Ramón, a pesar que Joaquín advertía en la dedicatoria con una caligrafía tica: A Onelio, que no te lo roben.

   Onelio tuvo conmigo atenciones que nunca olvidaré: el desprendimiento de regalarme su máquina de escribir Olimpia, en la que había escrito El caballo de coral, llevarme y recogerme en el aeropuerto cuando viajé a Nicaragua y la antigua URSS, prestarme su sobretodo para el crudo invierno moscovita, mostrarme su preocupación al acompañarme en la enfermedad de mi hijo en el Hospital Finlay, cuando los síntomas apuntaban hacia la meningo, hasta su recuperación, con una dedicación de abuelo preocupado; su confesión angustiosa por no poder escribir, aturdido por sus responsabilidades como Presidente de la Asociación de Escritores de la UNEAC, pedirme  que yo concluyera su cuento “La mitad del oído y la vida interior”, en lo que insistió más de una vez, algo que por supuesto nunca hice; hasta que al final comprendió que era un cuento para contarlo y no para escribirlo. Pero sobre todo, esa gran otra prueba de afecto cuando me dedicó el último cuento que escribió: “La presea”, cuando la muerte lo sorprende sentado frente a la máquina y estaba dándole los toques finales.

   Sería imposible resumir en unas cuartillas las anécdotas y conversaciones con Onelio durante más de ocho años, pero hay una que no debo dejar de mencionar. En 1984, la Dirección de Cultura de la Isla de La Juventud, en coordinación con el Teatro Juvenil Pinos Nuevos, lo invita para que reciba el homenaje que le hace el grupo por llevar cinco años en su repertorio Los Cuentos de Onelio. El Cuentero, El hambre, El cangrejo Volador y Francisca y la Muerte, y asistir al estreno del espectáculo Los Cuentos de Juan Candela, hechos con títeres por el grupo, que incluía: Los tres pichones, Pájaro Murciélago y Ratón y La serpenta.

   Aún recuerdo sus frases de elogio por la gracia con que Vivian Acosta interpretó a la madre de los tres pichones, la confección de los títeres y la frescura del montaje a cargo del hoy desaparecido  Raúl Guerra. Al otro día, la dirección del núcleo organiza un acto en el salón de historia, donde me otorgarían el carné del partido, y le piden a Onelio hacer la entrega. Cuando me abraza me dice al oído: ¡Te lo ganaste primero que yo! Qué vergüenza sentí, pues no entendía cómo era posible que con su obra literaria; su vida de hombre humilde hasta la sencillez, modesto, y un amor a toda prueba a la Revolución; cualidades suficientes que no vieron los dirigentes de entonces. Desde entonces supe que El Cuentero Mayor era un comunista sin carné.

La Isla de La Juventud, La Habana, 1989


Décimas por decir

Teresa con todos sus lunares

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Agustín Dimas López Guevara


Premio de Cuento Mangle Rojo
(1987)


 


                                                                           
A Edgar mi hijo


 


 


Anoche casi ni dormí. Me pasó como el primer día cuando entré, solo que anoche nadie conversaba, ni mepreguntaba nada. Yo sí conversé conmigo casi toda la noche…. Aún me faltan cosas de qué hablarme y ya me estaba quedando sin cigarros, porque cuando empiezo mis conversaciones es cuando fumo de verdad.El primer día me llamaba por “El nuevo,” con el tiempo me han puesto “El soñador.” Ya nadie me nombra Ricardito, como mi abuela; es que ya llevo seis meses… he tenido la oportunidad de conversar y pensar, qué ha sido de mi vida, de conocer a otros que han entrado con sus nombres de la calle, pero aquí adentro, por sus formas y comportamientos le van poniendo apodos y poco a poco se acostumbran y van olvidando el suyo.  El mío yo no lo he olvidado y no me molesta que llamen así: “El soñador”, ni que alguno comente que me estoy ablandando, que ya dejé de ser “Un duro.”Lo de “duro” fue al principio de mi vida en la calle, de cuando empecé  a perderme por embullo, rencor,  o tal vez la venganza. Si porque hasta eso he llegado a pensar, que fue el rencor y la venganza lo que me trajo hasta aquí, o tal vez la hombría que me llegó a destiempo, como dice mi abuela, por culpa deTeresa… y de seguro que ella no ha pensado en mí como yo en ella. Cuando estábamos en el Pre era la vida: ella y yo por las mañanas en el campo, después de hacer las normas, nos separábamos de la brigada hasta perdernos en lasyerbas o en las cortinas: allí disfrutábamos hasta el cansancio, a veces nos quedamos dormidos, relajados, escuchando la música que hace el aire allá arriba, con las ramas de los pinos… y despertamos asustados, desnudos, con hojitas pegadas a los cuerpos. Entonces empezaba lo lindo, porque aún no era tan tarde, se escuchaban aún las voces y  las risas de los muchachos en el campo, nos daba tiempo a quitarnos las pajusitas del cuerpo  y los cabellos.¿Cómo será el cabello de Teresa ahora? ¿ Se acordará de mí’? ¿De la forma queyo la peinaba?, sin peine, solo con los dedos y a veces con la boca
humedeciéndole el pelo con saliva; la sentía tibia, húmeda e infinita palpitando de placer encima de mi cuerpo. De memoria me la sé. Fui yo quien le enseño a conocer sus lunares, a nombrarle los lunares de sus cuerpo que ella no podía verse ni espejos. Tal vez por causa de los lunares empezó mi desgracia; porque aquel día estaba yo en eso: descubriéndole e inventándole lunares en su cuerpo desnudo, cuando nos sorprendió el Físico, así desnudos, todavía con pajusas en el pelo. A ella casi le da un desmayo, hasta sus pezones puntos y morados, se le pusieron pálidos como la cara. Nos dijo que nos vistiéramos,
pero no se iba de allí, ni se volteaba, era como si  con su presencia nos acusara de la gravedad del hecho. Ella con el susto, el temor, el pudor de su cuerpo desnudo y el nerviosismo de sus manos mal vistiéndose. Él, mirando, con la mirada de juez acusador, pensando en lo que iba a hacer con nosotros, o lo que ya había pensado; porque  lo que hizo lo tuvo que haber pensado antes. Yo me volé, porque bueno, él sería el profesor, pero allí en el campo, éramos una pareja desnuda y no tenía derecho. A pesar de su nerviosismo Teresa  me calmó, o yo me calmé para evitarle más nerviosismo, hasta que logramos vestirnos. Luego nos dijo que eso era normal, que eran cosas de juventud, que él había pasado por situaciones parecidas, pero que debíamos cuidarnos, que esto nos podía traer problemas… y yo de comemierda llegué a
comentar con mis amigos del albergue, que el Físico era un Profe chévere, porque por eso si quería nos podían expulsar de la escuela. Luego vino la cosa de verdad, lo que entonces no había sospechado. Teresa a cambiar conmigo, a esquivarme, y cada día más flaca y ojerosa que daba lástima. Yo preocupado, preguntándole que si tenía problemas con la menstruación, que  si estaba así por temor al embarazo, que si tenía problemas en la casa y cuantas cosas y boberías se me ocurrían para que me hablara y rompiera las barreras del silencio en mis oídos; calmarme para poder seguir como antes:amándonos con la fiebre y el delirio de la pasión desordenada, torpe y tierna
de nuestro amor. Así estuvimos como  quince días, ella esquivándome;  yo sin saber. Hasta que no soporté más y la presioné;  porqueyo quería saber si en el fondo ella me amaba; le dije mirándole a los ojos: que yo  no podía seguir así, si no sefranqueaba lo nuestro terminaba y mi voz era firme, pero el corazón lo tenía en el precipicio de la desgracia. Allá en el campo, no lejos de la cortina de pinos donde nos amábamos, llorando me contó que el Físico las chantajeo. Le había sentenciado, que si no estaba con él iba a contar todo en la dirección y eso implicaba que sus padres se enteraran, la expulsión de la beca, y el escándalo del hecho  pesándole la vida entera; porque el honor y la vergüenza de sus padres caerían en boca de la gente: por eso fue que aceptó acostarse con él. Y me lo dijo así: que lo hizo por salvarnos los dos. Eso nunca se lo perdono, porque ella era mía del principioal fin y ese hijo de puta, estoy seguro que con toda la experiencia que tiene, nuncapudo, ni podrá contarle ni inventarle los lunares del cuerpo como yo. Aquella mañana mi corazón salto definitivamente al abismo de la desgracia y  lleno de rencor, ciego de rabia no entendí de
sus lágrimas, ni escuche la voz de suplica ahogada en llanto pidiéndome perdón; le dije puta y le di un par de  galletazos, que aún me arde la mano y con la misma fuerza del rencor salí a discutir al Físico: Lo cogí desprevenido,  sonámbulo, tal  vez pensando en sus formulas o en la forma de sorprender a otras parejas, porque los muchachos  no se cuidaban tanto, porque a esta altura, para todos el Profe no estaba en ná; allí mismo le lance el machetazo   que le cogió por el hombro. La  sangre  al momento empezó a mancharle la camisa,  se armó el corre - corre y la gritería histérica de las muchachitas; mis amigos aguantándome, diciéndome  que si me había vuelto loco.  Y a mí que no me dio tiempo al otro machetazo, como las dos galletas que le di a Teresa. Lo otro fue la expulsión de la escuela , el tiempo que estuve en la calle esperando el juicio y el silencio de todo lo pasado. Las mentiras que invente, asumiendo todo como un problema mío, para guardarle el secreto a Teresa, para que no tuviera problemas con sus padres; y así demostrarle sin galletas, que yo era un hombre. Luego vino la juntadera, -como dice abuela-  con los socios de la calle treinta y nueve y la esquina de los “friquis.”La letanía de mi abuela diciéndome que yo iba a terminar mal, maldiciendo a mi padre porque nunca se ocupó  de mí, que tiene hijos regados por oriente, de otros matrimonios rotos: mis hermanos que no conozco, ni sé como se llaman. Ella hablándome de lo buena que fue mi mamá, de cómo el cáncer se la comió cuando era aún un niño y que solo conozco por fotos amarillas, con las rémoras del tiempo,  que abuela me hace recordar como algo querido, familiar e intimo para llenar la ausencia de mi madre. Coño y yo querer ser un duro de un día para otro, perderme en la calle, para que mis socios me respetaran, porque yo si pico; el embullo de vestir bien por los “biznes “con los extranjeros, los carros robados por las noches… hasta que me cogieron en eso: con un lada robado allá en la playa, borracho con mis socios y las ninfas del vacilón. Se me juntaron dos juicios, con todas las agravantes, que
resultaron  tres años y haber perdido a Teresa… empezar otra vida aquí adentro. Contarle a los nuevos socios de galera, mi corta pero envidiable historia de “duro,” buscarme el rechazo de  los “Quemaos” cuando me llaman
despectivamente “El soñador”!coño! Ahora que me he ganado el buen comportamiento, que me toca la visita y anoche casi ni dormí, abuela me manda a decir que está enferma, que le duele en el alma no poder venir a verme, que está en cama y que el cabrón de mi padre anda por Oriente, sin acordarse de que existo y ella; mi abuela, me haya mandado los cigarros, una lata de leche condesada,  esta cartica con las letras temblorosas por sus nervios, donde además me dice que Teresa
piensa  venir a verme; Teresa  con todos sus lunares.

 

La Demajagua, Isla de la Juventud, febrero de 1986


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Tata Güines: Fifty, Fifty

Tata Güines: Fifty, Fifty


Agustin Dimas López Guevara


Cuando en el año 1989 conocí a Tata Güines, la vida me dio la oportunidad de comprobar su nobleza oculta bajo la indumentaria provocativa de su vestimenta: camisa con colores festivos y pantalón blanco, en juego con sus zapatos punta estilete y su gorra bolchevique que le daban un toque de “hombre de ambiente guaposo” – imagen de los años 70 cuando irrumpe con “el perico está llorando” y era aclamado por una multitud arrolladora en los carnavales-, así lo vi sentado, acodado en la barra del bar las Cañitas, con el vaso de ron y sus largas uñas tintinando en la formica un ritmo nuevo. No sospeché entonces, que un tiempo después habría de realizar la Producción del Espectáculo Noche Tropical, donde estaría el Tata, como percusionista de lujo. Tuve la dicha de disfrutar de esa confianza amistosa, surgida en los ensayos y preparativos del Espectáculo, bajo la Batuta de ese noble y laborioso Maestro, que fue Armando Romeo: el padre de las Jazz band en Cuba. El Tata, con un virtuosismo de excelencia le sacaba a los cueros de sus tumbas los ritmos contagiosos, apoyado por las ocho manos de Los Papines, el desenfado en la batería de Juan Carlos Rojas, “El Peje” y los compases precisos en las pailas de Blas Egües, para acompañar a la gran orquesta con un ritmo de lujo., donde brillaba el Tata, en el solo de Manteca. Me atrapó la magia de su interpretación cuando cerraba los ojos, buscando en su interior esa comunicación invisible, que lo ponían en contacto con los secretos ocultos de los toques, mientras, en los gestos de su rostro se reflejaban los sonidos que sus manos con sus largas uñas le iban sacando a los cueros afinados de sus congas para contagiar con su gracia personal, su desenfado y sencillez entre luminarias de la música popular cubana, donde el Tata era respetado, querido y buscado por los integrantes del amplio elenco artístico, para reír y disfrutar de las conversaciones e invenciones de su lengua, con una ingeniosidad desbordante de Cubanía, para sofocar el agobio y las limitaciones del periodo especial que con sus apagones nos dejaban a oscuras en los ensayos. Allá en Japón compartimos la alegría de los aplausos, -después del estreno en la Sala de Los Deportes de Kobe, y en el Budokan de Tokio, - las fotos en la nieve, paseos y comidas, siempre amenizadas por la gracia solariega del Tata, y la grata compañía de ese otro grande del piano: el gentil y cubanísimo Frank Emilio, que reía con placer ante el torrente de jocosidad del Tata, que desde su paso por Los Amigos, era ya conocido por este apodo que ni la muerte puede borrar del afecto de  todos los que disfrutamos de sus descargas percutivas, su risa franca y su palabra  precisa inventada para nombrar lo insolito y culminar su discurso,siempre:Fifty Fifty.


Agustín Dimas López Guevara
Habana Febrero del 2008