Teresa con todos sus lunares
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Agustín Dimas López Guevara
Premio de Cuento Mangle Rojo
(1987)
A Edgar mi hijo
Anoche casi ni dormí. Me pasó como el primer día cuando entré, solo que anoche nadie conversaba, ni mepreguntaba nada. Yo sí conversé conmigo casi toda la noche…. Aún me faltan cosas de qué hablarme y ya me estaba quedando sin cigarros, porque cuando empiezo mis conversaciones es cuando fumo de verdad.El primer día me llamaba por “El nuevo,” con el tiempo me han puesto “El soñador.” Ya nadie me nombra Ricardito, como mi abuela; es que ya llevo seis meses… he tenido la oportunidad de conversar y pensar, qué ha sido de mi vida, de conocer a otros que han entrado con sus nombres de la calle, pero aquí adentro, por sus formas y comportamientos le van poniendo apodos y poco a poco se acostumbran y van olvidando el suyo. El mío yo no lo he olvidado y no me molesta que llamen así: “El soñador”, ni que alguno comente que me estoy ablandando, que ya dejé de ser “Un duro.”Lo de “duro” fue al principio de mi vida en la calle, de cuando empecé a perderme por embullo, rencor, o tal vez la venganza. Si porque hasta eso he llegado a pensar, que fue el rencor y la venganza lo que me trajo hasta aquí, o tal vez la hombría que me llegó a destiempo, como dice mi abuela, por culpa deTeresa… y de seguro que ella no ha pensado en mí como yo en ella. Cuando estábamos en el Pre era la vida: ella y yo por las mañanas en el campo, después de hacer las normas, nos separábamos de la brigada hasta perdernos en lasyerbas o en las cortinas: allí disfrutábamos hasta el cansancio, a veces nos quedamos dormidos, relajados, escuchando la música que hace el aire allá arriba, con las ramas de los pinos… y despertamos asustados, desnudos, con hojitas pegadas a los cuerpos. Entonces empezaba lo lindo, porque aún no era tan tarde, se escuchaban aún las voces y las risas de los muchachos en el campo, nos daba tiempo a quitarnos las pajusitas del cuerpo y los cabellos.¿Cómo será el cabello de Teresa ahora? ¿ Se acordará de mí’? ¿De la forma queyo la peinaba?, sin peine, solo con los dedos y a veces con la boca
humedeciéndole el pelo con saliva; la sentía tibia, húmeda e infinita palpitando de placer encima de mi cuerpo. De memoria me la sé. Fui yo quien le enseño a conocer sus lunares, a nombrarle los lunares de sus cuerpo que ella no podía verse ni espejos. Tal vez por causa de los lunares empezó mi desgracia; porque aquel día estaba yo en eso: descubriéndole e inventándole lunares en su cuerpo desnudo, cuando nos sorprendió el Físico, así desnudos, todavía con pajusas en el pelo. A ella casi le da un desmayo, hasta sus pezones puntos y morados, se le pusieron pálidos como la cara. Nos dijo que nos vistiéramos,pero no se iba de allí, ni se volteaba, era como si con su presencia nos acusara de la gravedad del hecho. Ella con el susto, el temor, el pudor de su cuerpo desnudo y el nerviosismo de sus manos mal vistiéndose. Él, mirando, con la mirada de juez acusador, pensando en lo que iba a hacer con nosotros, o lo que ya había pensado; porque lo que hizo lo tuvo que haber pensado antes. Yo me volé, porque bueno, él sería el profesor, pero allí en el campo, éramos una pareja desnuda y no tenía derecho. A pesar de su nerviosismo Teresa me calmó, o yo me calmé para evitarle más nerviosismo, hasta que logramos vestirnos. Luego nos dijo que eso era normal, que eran cosas de juventud, que él había pasado por situaciones parecidas, pero que debíamos cuidarnos, que esto nos podía traer problemas… y yo de comemierda llegué a
comentar con mis amigos del albergue, que el Físico era un Profe chévere, porque por eso si quería nos podían expulsar de la escuela. Luego vino la cosa de verdad, lo que entonces no había sospechado. Teresa a cambiar conmigo, a esquivarme, y cada día más flaca y ojerosa que daba lástima. Yo preocupado, preguntándole que si tenía problemas con la menstruación, que si estaba así por temor al embarazo, que si tenía problemas en la casa y cuantas cosas y boberías se me ocurrían para que me hablara y rompiera las barreras del silencio en mis oídos; calmarme para poder seguir como antes:amándonos con la fiebre y el delirio de la pasión desordenada, torpe y tierna
de nuestro amor. Así estuvimos como quince días, ella esquivándome; yo sin saber. Hasta que no soporté más y la presioné; porqueyo quería saber si en el fondo ella me amaba; le dije mirándole a los ojos: que yo no podía seguir así, si no sefranqueaba lo nuestro terminaba y mi voz era firme, pero el corazón lo tenía en el precipicio de la desgracia. Allá en el campo, no lejos de la cortina de pinos donde nos amábamos, llorando me contó que el Físico las chantajeo. Le había sentenciado, que si no estaba con él iba a contar todo en la dirección y eso implicaba que sus padres se enteraran, la expulsión de la beca, y el escándalo del hecho pesándole la vida entera; porque el honor y la vergüenza de sus padres caerían en boca de la gente: por eso fue que aceptó acostarse con él. Y me lo dijo así: que lo hizo por salvarnos los dos. Eso nunca se lo perdono, porque ella era mía del principioal fin y ese hijo de puta, estoy seguro que con toda la experiencia que tiene, nuncapudo, ni podrá contarle ni inventarle los lunares del cuerpo como yo. Aquella mañana mi corazón salto definitivamente al abismo de la desgracia y lleno de rencor, ciego de rabia no entendí desus lágrimas, ni escuche la voz de suplica ahogada en llanto pidiéndome perdón; le dije puta y le di un par de galletazos, que aún me arde la mano y con la misma fuerza del rencor salí a discutir al Físico: Lo cogí desprevenido, sonámbulo, tal vez pensando en sus formulas o en la forma de sorprender a otras parejas, porque los muchachos no se cuidaban tanto, porque a esta altura, para todos el Profe no estaba en ná; allí mismo le lance el machetazo que le cogió por el hombro. La sangre al momento empezó a mancharle la camisa, se armó el corre - corre y la gritería histérica de las muchachitas; mis amigos aguantándome, diciéndome que si me había vuelto loco. Y a mí que no me dio tiempo al otro machetazo, como las dos galletas que le di a Teresa. Lo otro fue la expulsión de la escuela , el tiempo que estuve en la calle esperando el juicio y el silencio de todo lo pasado. Las mentiras que invente, asumiendo todo como un problema mío, para guardarle el secreto a Teresa, para que no tuviera problemas con sus padres; y así demostrarle sin galletas, que yo era un hombre. Luego vino la juntadera, -como dice abuela- con los socios de la calle treinta y nueve y la esquina de los “friquis.”La letanía de mi abuela diciéndome que yo iba a terminar mal, maldiciendo a mi padre porque nunca se ocupó de mí, que tiene hijos regados por oriente, de otros matrimonios rotos: mis hermanos que no conozco, ni sé como se llaman. Ella hablándome de lo buena que fue mi mamá, de cómo el cáncer se la comió cuando era aún un niño y que solo conozco por fotos amarillas, con las rémoras del tiempo, que abuela me hace recordar como algo querido, familiar e intimo para llenar la ausencia de mi madre. Coño y yo querer ser un duro de un día para otro, perderme en la calle, para que mis socios me respetaran, porque yo si pico; el embullo de vestir bien por los “biznes “con los extranjeros, los carros robados por las noches… hasta que me cogieron en eso: con un lada robado allá en la playa, borracho con mis socios y las ninfas del vacilón. Se me juntaron dos juicios, con todas las agravantes, que
resultaron tres años y haber perdido a Teresa… empezar otra vida aquí adentro. Contarle a los nuevos socios de galera, mi corta pero envidiable historia de “duro,” buscarme el rechazo de los “Quemaos” cuando me llaman
despectivamente “El soñador”!coño! Ahora que me he ganado el buen comportamiento, que me toca la visita y anoche casi ni dormí, abuela me manda a decir que está enferma, que le duele en el alma no poder venir a verme, que está en cama y que el cabrón de mi padre anda por Oriente, sin acordarse de que existo y ella; mi abuela, me haya mandado los cigarros, una lata de leche condesada, esta cartica con las letras temblorosas por sus nervios, donde además me dice que Teresa
piensa venir a verme; Teresa con todos sus lunares.
La Demajagua, Isla de la Juventud, febrero de 1986
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